Karen y Juan, un ejemplo de solidaridad con los abuelos de Envigado

Karen y Juan, un ejemplo de solidaridad con los abuelos de Envigado

Karen y Juan, un ejemplo de solidaridad con los abuelos de Envigado

Este par de vecinos dedican su tiempo al trabajo social con los adultos mayores. En esta época decembrina anímese a ayudar.

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Apenas Karen Pineda y Juan David Caro cruzan el portal varios ancianos se dejan venir. Les toman la mano, los abrazan, les hacen fiesta y a veces hasta les reprochan porque hace mucho tiempo no pasaban a visitarlos.

A pesar de que llevan las manos cargadas de bolsas, los recién llegados no paran de saludar ni gritar los nombres de quienes están en silla de ruedas y van reconociendo a lo lejos.

A las cuidadoras les entregan las donaciones: zapatos, sacos, cobijas, blusas, medias, bufandas o utensilios de aseo. Y ahora sí, empiezan el recorrido.

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A la primera habitación que entran es a la de Sarita, una abuela a la que le falta un pie, nadie a va a visitar y esconde una vida tortuosa detrás de cada arruga.

Luego es el turno de Susana, Carolina, Humberto, Luis Fernando, Otilia, Olivia, María Marta, Serafín y Jhon Jairo, hasta que se cruzan con Jericó, un señor llegó al asilo sin pronunciar ni una palabra, y Karen, sin música de fondo, lo saca a bailar.

“Ellos son adultos, porque han vivido y tienen la experiencia, lo que los hace niños es que disfrutan de las cosas pequeñas”.

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Amor a primera vista

Con cierta frecuencia, Juan David le tiende la mano a sus vecinas del barrio San José: Les cuenta chistes, les hace mandados, las acompaña, escucha sus historias y juega con ellas parqués.

Por hacerlo no recibe nada a cambio, sin embargo, asegura que con cada gesto sacia esa necesidad innata de ayudar al más frágil.

Este joven de 26 años de edad comenzó a realizar labor social en la Parroquia Santa Gertrudis, cuando era apenas era un adolescente.

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La nobleza y la solidaridad son cualidades que siempre lo han caracterizado, de hecho, eso fue lo que flechó a Karen cuando se cruzaron en el Cefit.

Ella, que justamente había iniciado la Técnica en Cuidador de Personas Mayores para hacer voluntariado, vio en él un faro que alumbró su camino.

“Soy administradora de empresas agropecuarias pero siempre he sido independiente (vendo ropa americana) y esta era una labor que venía aplazando desde hace muchos años, hasta que cumplí 40 y me decidí, pero como mi foco son abuelos, quería capacitarme para no hacerles daño”.

 

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De igual modo, en la alegría y el buen corazón de Karen, Juan David también vio luz. “Empezamos a trabajar juntos en clases y nos hicimos amigos, hasta que la llevé a La Catedral, donde está mi pedacito de cielo”.

En el lugar que años atrás fue la cárcel de Pablo Escobar y ahora funciona un asilo que alberga a por lo menos 58 ancianos, Juan David había trabajado como cuidador.

“Allá siempre me tienen las puertas abiertas. La primera vez que subí con Karen fue muy emotivo, tanto que cuando bajábamos en el carro, ella que solo irradia alegría y buena vibra, salió callada y cabizbaja”, dice Juan David.

 

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“Me parecieron tanta indefensos y me dio tristeza tanta soledad que casi me derrumbo. Sin embargo, en solo un par de horas me enseñaron que para ser feliz no se necesita mucho… Un buñuelo, un abrazo, unas medias, un gorrito, un pito… Allá todo tiene oficio y a los abuelos los hace felices”, expresa esta vecina de Envigado.

Cada que pueden, este par de amigos piden donaciones a sus amigos cercanos para llevarles ropa y artículos de aseo personal. Incluso, en septiembre celebraron el Día del Amor y la Amistad con una fiesta en el asilo y esperan hacer lo mismo para Navidad.

“A ellos no les importa el día, solo les interesa sentirse acompañados, porque hay muchos que no tienen familia. No es cuestión de dinero sino de solidaridad y empatía“.

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Por Dafna Vásquez
dafnav@gente.com.co

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