
El alma de esta familia son los caballos
Los Toro Echeverry crearon el centro ecuestre Serequinos con la intención de transmitirle su pasión, entrega y conocimiento a los amantes de los caballos. Conozca la historia de estos vecinos de Belén.
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Toro entraba a la cantina de don Octavio, su abuelo, él lo sentaba en el mostrador dándole la espalda a los jinetes para que los caballos le resfregaran la frente en su espalda y asomaran el hocico entre sus brazos.
Tenía 4 años y jamás confundió el olor anisado del aguardiente con los aromas a piel curtida de los aperos y al sudor efervescente del animal. Hoy, 4 décadas después, siguen impregnados en su piel y su memoria.
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“El caballo de oro”, como de niño llamaba a un isabelino de pelaje dorado y crin y cola claras, lo enamoró. “Yo solo salía para ver a ese caballo. Me obsesioné tanto, que me prometí tener uno y empecé a pedir cosas relacionadas con esos animales. De hecho, hasta le escribí un poema”.
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La primera vez que montó a caballo, a los 14 o 15 años, conoció la libertad. En cuanto pudo se compró una montura y, años después, su primer caballo. Antes de conocer realmente sobre equinos y entrar al gremio, Johan estudió administración de empresas, ejerció su profesión, fue docente y coordinador de diferentes proyectos educativos, se casó y tuvo 2 hijos. Ningún miembro de su familia era caballista.
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De hecho, ni siquiera les interesaba. Sin embargo, en contra de cualquier pronóstico —pero con el apoyo de Paola Echeverry, su esposa— hizo de su pasión un proyecto de vida. Con Convenio, un paso fino que hoy está pensionado, ganó varias cintas y premios, montó un criadero y alcanzó a tener hasta 17 caballos.
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En 2008 creó una empresa que, aunque siempre tuvo como meta educar, inició con la prestación de servicios integrales para el agro (asesoría, comercialización, intervención, formación y alimentación de animales).
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No obstante, después de un percance económico, Johan se alejó por completo del gremio y liquidó la empresa, hasta que en 2019 Manuel y Jacobo, sus 2 hijos, lo animaron a darle una nueva esencia a Serequinos, ahora sí, como un centro ecuestre en el que la gente no solo va a montar a caballo sino a conectarse y comunicarse con el animal.
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Hace casi 2 años, en alianza con el Criadero Cestillal y el Criadero El Palmar, este vecino de la Loma de los Bernal abrió una sede en Llanogrande, donde siempre está Paola, que aplaude desde afuera y comparte su ternura y nobleza; Manuel, que hace ver sencillo y perfecto ese binomio de jinete-caballo; Jacobo que da cátedra sobre seguridad y liderazgo; y Johan, que es ejemplo de pasión, perseverancia y emprendimiento. Una familia dispuesta a enseñarle a otras familias a encontrar su esencia mediante la relación armónica y respetuosa con los animales.
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POR: Dafna Vásquez
dafnav@gente.com.co
FOTO: Jaime Pérez