Conozca a Ricky y sus crispetas, un show para no olvidar

Conozca a Ricky y sus crispetas, un show para no olvidar

Alegría, es el primer sentimiento que aparece al ver el carrito de Ricky, un vecino de El Poblado con quien provoca conversar todo el día. En compañía de su esposa, Beatriz, Ricardo Hinestroza, Ricky, se muestra como un hombre feliz y enamorado de su emprendimiento: las ‘Ricryspetas’ (@ricryspetas), una experiencia gastronómica que pocos pueden olvidar.

Además de las deliciosas crispetas, Ricky prepara miniperros calientes, marranitas, empanadas, paletas y otros productos que han hecho de su empresa una completa magia, hecha desde el amor de familia. “Soy itinerante, no tengo un local fijo. Llevo esta experiencia a eventos, ferias y otros espacios que ven en nosotros un gancho para hacer crecer su marca”, explica Ricky.

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Con gorra y delantal, este vecino se pone “manos a la obra”, con una disciplina envidiable. “Las personas se acercan al carrito y ven cómo se hacen las crispetas y dan vueltas las salchichas. Eso hace parte del show… porque esto es un show, un arte”, agrega el vecino.

Son una ternura 

Y son ellos dos, en compañía de su hijo, Ricardo Jr., quienes se ponen al frente del negocio. “Eso ha hecho que tengamos más credibilidad. Nos ven a nosotros atendiendo y se acercan, incluso, a conversar, mientras esperan su comida”.

Y podemos decir que sus productos son deliciosos, hechos con todo el amor y ternura. “Tuve un amigo, casi hermano, que quise mucho, llamado Gabriel Ibáñez. Algún día él me contó que había traído de Estados Unidos una máquina para hacer crispetas y me invitó a ese proyecto para vender dichas máquinas. Por los lados me fui involucrando y nos dimos cuenta que el negocio no era hacer máquinas para hacer crispetas… sino hacer crispetas (risas)”.

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Hoy en día, las crispetas de Ricky o las ‘Ricryspetas’ han estado en diferentes ciudades del país, gracias a “las conexiones que hacemos en esos eventos y al voz a voz. Hemos notado que les ha gustado mucho lo que hacemos”, comenta doña Beatriz, esposa de Ricky.

Uno de los espacios más curiosos en los que han estado con su carrito de crispetas “fue en la celebración de un divorcio. Varias mujeres decidieron hacer una fiesta por la separación de una de ellas… y nos contrataron. Una divertida experiencia que no se olvida”, expresa Ricky.

Les dicen que cuando se ponen la gorrita y el delantal producen una ternura fraternal, como si fueran los papás de todo el mundo, cualidad que está relacionada con el propósito de este negocio: “Hacer feliz a la gente, a los niños, a las familias y a todo el que pruebe estas delicias. La mayor recompensa que tenemos es verlos sonreír de la alegría a la hora de comer crispetas, un miniperro o lo que le estemos ofreciendo”.

Y esa felicidad de la que habla esta pareja no es un chisme ni carreta. Las personas que han conocido a Ricky pueden decir con certeza que vale la pena vivir este momento… al lado de las ‘Ricryspetas’.

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Por: Daniel González Jaramillo
danielgj@gente.com.co

Foto: Edwin Bustamante

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