Natalia es una calígrafa formada a puño y letra

Natalia es una calígrafa formada a puño y letra

Caligrafía, arte y diseño eran los componentes principales de la desaparecida Academia de Caligrafía Monet, un referente de la Comuna 11 Laureles – Estadio que por más de una década formó a quienes se destacaban en tales destrezas. Natalia Calao, una de las formadoras de esta institución que cerró sus puertas durante la pandemia nos cuenta su experiencia en el mundo de las letras.

Cuando la palabra se vuelve materia y un pincel hace las veces de varita mágica creando un mundo de posibilidades, puede que el artífice de esa obra sea un calígrafo, o al menos así lo ve Natalia, una mujer que lleva más de 15 años estudiando caligrafía. Gracias al gusto de su madre por la lectura y a la amistad que ostentaba con un librero, en su casa había una gran biblioteca y algunos de los principales ejemplares eran de la editorial Oveja Negra, un aspecto que hizo que ella creciera con los libros de Gabriel García Márquez.

Su relación con la literatura siempre estuvo ahí, fortalecida por una madre que se dedicaba a la docencia y que además le transmitía a sus hijas aquella pedagogía. Por esa época soñaba con ser artista pero como no dibujaba bien sentía una especie de frustración, sin embargo, para ella las letras eran como dibujos y desde muy pequeña calcaba las letras de los libros.

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Fue así como en el colegio comenzó a sobresalir por tener la letra más pulida y de repente le encomendaban hacer las carteleras, marcar los cuadernos de sus compañeros y mostrarles a los demás las planas para que sirvieran de ejemplo. Al crecer ingresó a estudiar arquitectura pero se dio cuenta de que lo que la apasionaba de verdad era el arte.

Estando en un taller de caligrafía conoció a Santiago Londoño, fundador de la Academia Monet, quien la invitó a estudiar allí al percibir su talento. Ella se veía fascinada con los cursos y se anotaba en todas las clases hasta que con el paso de los años su maestro le indicó que ya no tenía más por enseñarle, que era hora de que ella compartiera ese conocimiento.

De ese modo Natalia comenzó a dictar lecciones de caligrafía y a explorar su faceta como docente. Un año antes de la llegada de la pandemia le celebraron al maestro Londoño sus 20 años de docencia de caligrafía y aunque la academia ya no está abierta, él continúa dando clases porque como dice una de sus mejores alumnas, el oficio a uno nunca lo abandona.

Luego de eso se fue a estudiar a Lima con importantes profesores del tema en América Latina, pues como el camino de esta profesión es netamente autodidacta, para Natalia fue indispensable viajar para que más referentes le enseñaran el oficio en vista de que su lugar de residencia se estaba quedando corto.

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Este proceso de buscar el aprendizaje a través de expertos a menudo lo ve como un ejercicio de humildad, porque hay personas que llevan muchísimos años escribiendo y tienen demasiado por aportar, incluso, de esta manera Natalia ha ido tejiendo redes de apoyo con varios colegas y asegura que “es un camino infinito, nunca se deja de aprender”.

Varias de sus letras están o han estado en varios lugares como el Museo de Arte Moderno de Medellín – MAMM, el Museo del Río Magdalena, el Museo Panóptico de Ibagué, el Museo de la Ciudad Autoconstruida en Bogotá, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia y el Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín, entre otros. Su oficio se fue incorporado en las formas de hacer museografía y a través de la intervención de estos espacios públicos ella se especializó en caligrafía in situ en los museos.

Su labor es escuchar al curador de arte o a los artistas de la exposición y proponer una letra que acompañe esa obra, una misión que requiere conversar, observar y tener paciencia. Algunos fragmentos de sus letras suelen acompañar exposiciones temporales haciendo que su arte adquiera un carácter efímero, “la palabra que se borra es un ejercicio de memoria”, explica Calao.

 

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En el MAMM acompañó el programa La Ciudad de los Niños como artista invitada y en el ITM tuvo una exposición individual llamada Ejercicios Caligráficos. Todo el tiempo escribe a mano, cuando se levanta hace una lista de las cosas que va a realizar durante el día y si le brinda un regalo a alguien no puede faltar la nota con su puño y letra.

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Como si fuese un sexto sentido esta mujer observa letras permanentemente, su mirada se sumerge en las tipografías y encuentra colores, diseños y texturas que la inspiran. Considera que el pincel es la herramienta maravilla pues su versatilidad le funciona en múltiples soportes. Al ser un oficio escaso no se tiene fácilmente acceso a algunos elementos para escribir como las plumas, por eso ella se volvió “luthier” y fabrica sus propias plumas.

En vista de que hace muchos años era tan difícil encontrar a alguien que enseñara caligrafía, Natalia tomó como un reto transmitir su sabiduría y mediante talleres y diversos cursos pretende contagiar a los demás del amor por las letras. De hecho, el próximo taller se realizará entre el 18 y el 21 de enero, de 3 a 6 de la tarde, en la carrera 41 N 47 – 42, cerca a las Torres de Bomboná en el centro de Medellín y todavía hay cupos disponibles para quienes deseen inscribirse al correo nataliacalao@gmail.com o a la línea 3013815648.

Aprovechando que en la actualidad se ha renovado la mirada sobre las cosas escritas a mano, esta calígrafa admite que no se preocupa porque el oficio vaya a morir, considera que irá cambiando pero va a permanecer, pues “con la palabra construimos el mundo y resulta imposible que se agote, la palabra no se agota”.

Por Michelle Acevedo Vélez
michellea@gente.com.co

Imágenes Cortesía.

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