Marta Elena lleva en sus hombros la tradición de los silleteros envigadeños

Marta Elena lleva en sus hombros la tradición de los silleteros envigadeños

Marta Elena lleva en sus hombros la tradición de los silleteros envigadeños

Por su aporte a la tradición silletera de Envigado y su labor de madre sustituta, esta vecina fue reconocida como envigadeña ejemplar.

En una finca del sector La Meseta, en la vereda Perico, vive la familia Ríos Grajales. Es un hogar acogedor, rodeado de verde hasta donde alcanza la vista, con un corredor amplio, aireado y lleno de flores. Allí Marta Elena y su esposo, William, no solo cultivan el campo, sino también la tradición silletera.

Sus costumbres son la auténtica vida de campo. Marta se levanta a las 3:00 a. m., prepara el chocolate para servírselo a su esposo antes de que salga a ordeñar y a las 6:00 a. m. ya tiene listo el almuerzo. Despacha a sus hijos para el colegio y organiza su casa o sale a hacer diligencias relacionadas con su labor de madre sustituta de Bienestar Familiar.

Hacia el mediodía tiene preparada una jarra de jugo o de colada para recibir a sus niños y después de almorzar los lleva a los entrenamientos, a la biblioteca, a la ludoteca o a caminar por el monte.

Los viernes son más ajetreados, porque es el día en que cosechan y cargan el carro con papa, mora, uchuva, fresas y hortalizas, para que William las venda en la madrugada del sábado en la Placita de Flórez.

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Toda esa rutina cambia cuando están en función de elaborar las silletas para desfilar en la Feria de las Flores de Medellín o en las Fiestas del Carriel en Envigado.

Un legado de flores
Marta Elena Grajales Alzate nació en Santa Elena, en una familia de herencia silletera, y llegó a vivir a la vereda Perico hace 12 años, cuando se casó con William. Su sueño era conformar una familia y hoy dice que lo mejor de tener a sus hijos, Mariana y Santiago, de 10 y 6 años, “es ver que siguen cultivando esta tradición”.

La primera vez que participó en un desfile silletero tenía 9 años. Tenía que turnarse con 5 de sus 6 hermanos para concursar en la categoría infantil, porque solo podían inscribir a uno.

Se quedó hasta el amanecer haciendo la silleta con su papá y cuando salió de la casa la gente la aplaudía y le tomaba fotos. Para Marta fue algo hermoso, motivante. “El cansancio se le borra a uno con la felicidad, con las ganas de llevar esa tradición al hombro”, dice la vecina.

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Su padre, Carlos Arturo, falleció el año pasado, pero la madre, Leopoldina, sigue guiando el legado con sus hijos y nietos. Marta recuerda bien la historia que se remonta a las generaciones de abuelos y bisabuelos que bajaban desde Santa Elena hasta Medellín con los armarios sobre la espalda y allí cargaban desde personas enfermas hasta productos agrícolas y flores.

En 1957, Arturo Uribe Arango, director de la Oficina de Turismo y Fomento de Medellín, convocó a 40 silleteros para la primera edición del desfile. Entre ellos se encontraban Félix Antonio y María Gabriela, los abuelos de Marta.

Hasta el momento la vecina ha participado en 17 desfiles en Medellín y en otros 3 en Envigado. Con orgullo dice que solo en 3 o 4 ediciones ha quedado por fuera de los primeros 5 puestos.

En 2007 quedó de segunda en la Feria de las Flores, y su hermano Juan Carlos ocupó el primer lugar. Por su logro, ambos fueron invitados a Madrid, donde participaron de una feria en la que fabricaron 16 silletas.

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Marta no escatima en gastos ni esfuerzos para sus creaciones. En su casa tiene entre 45 y 60 variedades de flores y, cuando se antoja de una especie que no cultiva, la compra. Las silletas tradicionales son sus favoritas, aunque algunos digan que son incómodas o muy pesadas para cargar.

Dice que su clave está en los amarres y en adecuar los ramos grandes de flores y destacar las flores nativas. Para ella, algunas de las más llamativas son el cartucho amarillo, la siempreviva, el botón de oro, las margaritas, la azucena y el tulipán.

Normalmente las arma en las noches y deja las flores más delicadas para cogerlas en la mañana, agruparlas en ramilletes y ponerlas en agua en las cocas de la cocina. Luego las echa en una caja y se las lleva para terminar de decorar la silleta antes del desfile.

“Mis compañeros me dicen: ‘Marta, por Dios, ¿qué más le vas a meter a esa silleta?“, dice entre risas.

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Otra experiencia que no olvida es la vez que quedó descalificada del concurso porque se pasó de las medidas. Desde entonces carga un metro para estar midiendo sus silletas durante el proceso de montaje.

Pero no solo es milimétrica con sus silletas, sino también con sus hijos. Eso es lo que le dicen las profesoras del colegio, porque no pasan 20 días sin que les pregunte cómo van. Así es con Mariana y Santiago y también con los niños que recibe en su hogar como madre sustituta.

Hace 5 años se inscribió en este programa y en cuestión de 1 mes y medio le aprobaron su solicitud. Desde entonces ha recibido a 13 niños en su hogar. Marta dice que esta experiencia, además de enseñarles a sus hijos a valorar lo que tienen, le ha traído bendiciones como el haber quedado en el tercer puesto del desfile del año pasado en Medellín, el primer puesto que consiguió su hija en ese mismo certamen y también el segundo lugar que ganó su esposo el año pasado en el desfile de Envigado.

Este año la silleta de Marta fue exaltada en las Fiestas del Carriel y además, por su aporte a esta tradición y su labor de madre sustituta, fue reconocida como envigadeña ejemplar en la categoría de liderazgo rural.

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Por Jessica Serna Sierra
jessicas@gente.com.co

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