
Recorrido por la quebrada Altavista
El Área Metroplitana del Valle de Aburrá planea construir 2,6 kilómetros de ciclorruta que conectarán la carrera 70 con la 80, por la canalización de la Altavista. Aunque aún no hay diseños para este proyecto, Viviana Tobón, subdirectora de Movilidad de la entidad, dice que contarán con recuperación de andenes y conectividad ecológica con la quebrada.
En un recorrido por la ribera saltan a la vista las bondades y problemáticas de este corredor verde. Para Mauricio Jaramillo, ingeniero forestal y consultor independiente, lo primero que hay que considerar es que esta quebrada, a diferencia de La Picacha, no era meándrica desde su formación, por eso no había una necesidad inminente de canalizarla.
“Era cuestión de haberle respetado unos retiros para que se moviera libremente, el canal lo que hace es ahuyentar la vida silvestre y aumentar la fuerza del agua”, comenta el ingeniero y añade que el riesgo de la infraestructura con la creciente del agua podría controlarse en función de fórmulas matemáticas e hidrológicas, y en caso de existir algún sitio crítico, podría darse una solución puntual.
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“Estas son las únicas zonas verdes que quedan para generar conectividad desde la montaña hasta el río, por eso lo menos que podemos hacer es ser sensibles y responsables, dejar esta miseria (10 metros de área verde en cada costado entre la canalización y la calle) quieta”, asevera el experto.
En el tramo de la carrera 70 y el puente de la carrera 72 con calle 26, hay una sección de sotobosque en la que la frescura y humedad cerca de la quebrada revelan la presencia de la biodiversidad. Hay árboles de porte alto, como los búcaros, que, según Jaramillo, podrían tener de 25 a 30 años y son nativos del Valle de Aburrá. “Florecen en verano con un color mostaza en su copa y son primos hermanos del cámbulo”, señala el experto.
También en el mismo trecho se encuentran especies de porte medio y otras bajas, como la Hamelia patens y el cordoncillo. La primera es conocida porque su floración atrae insectos, que a la vez promueven la llegada de aves, como el atrapamoscas, y el segundo es nativo y se cree que pudo crecer espontáneamente en este sitio porque no se comercializa (solo vive de 5 a 10 años).
Los acompaña también un ébano que, aunque tiende a extender su copa solo cuando alcanza altura, en este caso ya tenía competencia de luz con otros árboles más viejos y se explayó a poca distancia de sus raíces. Hay un chiminango, un carbonero y un guayacán y también platanillos que delatan la acción humana.
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En esta sección se observa una acumulación de basuras, y pese a que directamente no afectan las raíces de árboles como el falso caucho, que están expuestas, sí pueden atraer roedores, cucarachas y zancudos o favorecer la aparición de hongos que se alojan en el árbol cuando hay daños mecánicos, como la quema en la base de un búcaro, en este mismo lugar.
A partir de la carrera 72 hasta el puente de madera de la 73, el retiro de la quebrada desaparece. En el costado norte hay casas que se levantan a menos de un metro del canal o incluso usando el mismo muro. Desde allí se pueden apreciar también algunos frutales como el mango, el guanábano, el cerezo del gobernador y el níspero, además de fauna introducida como gallos y gallinas.
A la altura del puente de madera de la carrera 74, el canal pasa a tener forma de U y, aunque esta podría ser una ventaja a nivel hidráulico (puede transportar mayor cantidad de agua), el ingeniero Jaramillo afirma que este tipo de adecuación ahuyenta la fauna silvestre.
Después del cruce de la carrera 76 con calle 28 se puede ver el piso verde compactado por las pisadas, como en el tramo inicial. “Eso no es bueno porque el suelo orgánico donde se desarrollan los árboles debe tener porosidad, infiltración y permeabilidad, que son las que garantizan el movimiento del agua y nutrientes por el suelo”, explica el experto.
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A partir del puente amarillo de la Unidad Intermedia y hasta la carrera 80 está el sendero peatonal intervenido por la Alcaldía. La mayoría del recorrido entre las plantas que separan de la calle y las que dan a la canalización está hecho en concreto, y para Jaramillo, estas posibilidades de movilidad para quien camina no deberían ser en piedra, sino en decks de madera palafítica, que estén elevados para favorecer la conexión entre ambas zonas verdes.
Al llegar a la 80, donde terminaría la nueva ciclorruta, el ingeniero Mauricio Jaramillo reitera que este tipo de intervenciones deben armarse con paisajes que promuevan la aparición de fauna y biodiversidad y con jardines que sean funcionales y “no pura formalidad”.
Por Jessica Serna Sierra
jessicas@gente.com.co