
Vecinos están inconformes con la nueva ciclorruta de la 70
Vecinos de Rosales (Medellín) aseguran que la nueva ciclorruta ha generado accidentes, congestiones vehiculares y confusión en los sentidos de algunas calles.
De peligrosa e insegura tildan algunos habitantes del barrio Rosales, la nueva ciclorruta de la carrera 70 que conecta los tramos de la carrera 66 B, la calle 30 A y la Picacha.
“Los buses tienen que parar en mitad de la calle para recoger y dejar a las personas, lo que implica un alto riesgo para ellos porque pueden resultar atropellados, hay tacos enormes en horas pico y los carros invaden constantemente el carril de los ciclistas”, señaló María Celmira Aristizábal, vecina del sector.
Aristizábal añadió que “hemos tenido varias reuniones con Secretaría de Movilidad pero no tienen en cuenta nuestras peticiones porque el proyecto ya está construido, cerca del 90% de habitantes de Rosales somos adultos mayores que necesitamos disminuir los riesgos, no sabemos qué vamos a hacer“.
Ante esto, un grupo de profesionales realizó un estudio sobre la viabilidad de la ciclorruta en la carrera 70 y más bien por qué no realizaba el proyecto por la carrera 69 C.
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Luis Fernando Hoyos, ingeniero y vecino del sector, fue uno de los participantes del proyecto, manifestando que “debieron analizar otras opciones, no vemos motivos para que digan que la ciclorruta por la 69 C no es conveniente, incluso llegamos a la conclusión que en esta carrera hay mucho tráfico de ciclistas, sin una infraestructura, en el estudio comprobamos que 70 ciclistas transitaron por la carrera 69 C, en horas pico”.
Hoyos dijo que “hay un riesgo mayor en los cruces de la carrera 70, más carros que transitan a una velocidad más alta que el ciclista, la contaminación a la que se exponen es mayor, hay una serie de factores que generan riesgo al ciclista y peatón por la carrera 70”.
La ciclorruta de la 70 es viable
Consultamos con la Secretaría de Movilidad sobre el proyecto y aseguraron que “El POT de Medellín prioriza el corredor de la carrera 70 para la implementación de cicloinfraestructura por su conectividad y sus principios de seguridad, coherencia y comodidad, que brindan un trayecto directo para el ciclista y además de ser atractivo”.
Este corredor es la continuación del existente en el Aeroparque Juan Pablo II, como conexión entre Guayabal, Belén y Laureles, desde este despacho aseguraron que “se concibió como una ciclorruta segregada en la calzada vehicular, para garantizar la seguridad del ciclista, esto teniendo en cuenta las velocidades de los vehículos motorizados”.
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Actualmente, esta ciclorruta cuenta con la señalización horizontal, pero falta la instalación de los elementos segregadores en algunos sectores, “falta la instalación de los complementos semafóricos y la sincronización de las intersecciones para mejorar la seguridad vial de ciclistas y peatones, estas labores de señalización y segregación mencionadas tienen un tiempo estimado de una semana”, aseguraron.
Tras los constantes accidentes de tránsito que se han presentado, manifestaron que “a diario nuestros agentes y equipo de Educación Vial, realizan labores en la vía para fortalecer los comportamientos seguros. Así mismo, a la altura de los paraderos, se ejecutarán elementos tipo pompeyanos para garantizar la seguridad de los usuarios del transporte público y priorizar su paso, para mejorar la seguridad en la vía”.
¿Qué dicen los expertos?
Luego de hacer un análisis sobre el proyecto presentado por algunos vecinos de Rosales sobre la construcción de la ciclorruta por la carrera 69 C, el investigador y consultor en movilidad, transporte y diseño vial urbano, Emmanuel Ospina llegó a las siguientes conclusiones:
1. Ninguna de las alternativas a la carrera 70 requiere cicloinfraestructura más allá de algunos contraflujos en vías unidireccionales y de buena oferta de cicloparqueaderos en las carreras 69, 69 B y 69 C. Es un error invadir los espacios de calles que históricamente tienen una buena convivencia autogestionada con infraestructuras y demarcaciones funcionales que asignan, separan y limitan los espacios, pues generan mayores conflictos en lugar de reducirlos.
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2. La ampliación de la carrera 70 para acomodar más carros y motos es una obra contraproducente y generará mayor congestión en el mediano y largo plazo, por lo que no debería ser un argumento válido para desplazar la ciclorruta hacia vías alternas. De hecho esta ampliación debería descartarse completamente, pues tener una nueva autopista rápida de 6 carriles responde a lógicas urbanas de hace más de 50 años y limitaría mucho la capacidad real del corredor.
3. Si hablamos de capacidad, es la bicicleta y no el carro, la mejor alternativa para ocupar el espacio de esa vía, pues mientras en un carril para carros se movilizan máximo 2.000 personas por hora, en uno para bicicletas, lo pueden hacer 14.000 y en uno para buses, entre 5.000 y 8.000.
4. Uno de los trabajos pendientes que se identifica cuando se revisan este tipo de estudios, es el cambio estructural de normas nacionales y locales al respecto de la movilidad urbana. Hay que empezar a utilizar nuevas prácticas de gestión y respetar las bases que ya se han establecido en documentos más actualizados y valiosos como La Guía de Cicloinfraestructura para Ciudades Colombianas, 2016 o La Guía de Cambio Climático para la Movilidad Urbana, 2015.
A la fecha van 8 kilómetros de ciclorruta construidos en la comuna 16, correspondientes a los corredores de la calle 30A, carrera 66B, 70 y 76, y La Picacha. La inversión para este proyecto es de 4 mil millones de pesos que incluyen obras complementarias y la señalización para el funcionamiento de la cicloinfraestructura.
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Por Alexis Carillo Puerta
alexisc@gente.com.co