Que viva la buena vida

Que viva la buena vida

Después de oír montones de comentarios y recomendaciones de varios amigos, cargué con mi media costilla y con otras dos parejas nos fuimos a conocer el famoso Salón Ahumado en el mall Indiana por el que había pasado algunas veces pero confieso que no había entrado ya que la verdad no me imaginaba comiendo ahumados por estos lares, un tema culinario tan complejo que en mis recorridos de mochilero pude conocer y disfrutar en Noruega, Rusia y Nueva Zelanda. La sorpresa más que grata fue absoluta, empezando por la simpatía, carisma y talento de su dueño, Sergio Ovstrosky, un sibarita único lleno de buen humor, conocedor como ninguno de esta técnica milenaria de preparación y conservación de alimentos.

Su especialidad es el salmón ahumado del cual tiene varias presentaciones perfectamente logradas. El sitio, que a su vez es la planta de producción y el punto de venta, cuenta con pocas mesas que se mantienen repletas casi siempre por algunos de sus  miles de amigos y conocidos, en las que sirve con maestría y gran amabilidad, varios platos magníficos, dignos de cualquier país con tradición de ahumados. Según nos dijo, escoge y recoge personalmente las maderas que usa para ahumar, incluso con frecuencia utiliza importadas del Canadá. Como si fuera poco, cultiva y prepara encurtidos sensacionales de pepinillos en mostaza y otras exquisiteces con que acompaña sus delicias, aunque tanto a mi mujer como a mí, nos dejó abrumados con el mejor pan que nos hemos comido desde que volvimos al país, que según nos contó lo hace un amigo suyo a quien no conozco pero me le quito el sombrero.

Sergio que además apoya varios productores de alimentos artesanales que se pueden conseguir allí, constantemente mantiene cordero, panceta ahumada, costillas, chuletas de cerdo y otro montón de delicias que él personalmente prepara y sirve en bellos platos con porciones más que generosas. Comimos como reyes hasta saciarnos varios platos entre $35.000 y $47.000 y tomamos vinos de primerísima a precios muy moderados, por lo que al final la cuenta sinceramente nos pareció un regalo frente a lo que usualmente cuestan estos gustos en otros sitios del mundo.

El remate de la velada, nada es perfecto, no estuvo ausente de algunos disgustos ya que las tres señoras del paseo, no se aguantaron y se surtieron para varios meses de ahumados y todo lo que encontraron en las neveras por cuenta de nuestras billeteras, sobre todo los dips de salmón con hierbas, sin duda la obra maestra de Sergio que miró aterrado como vaciaron sus neveras. Por ese dip le perdoné a mi mujer esos impulsos desaforados que mantiene por comprar, con la promesa de que me iba a dejar un poquito.  Volveremos muchas veces sin duda, comer así de bien es lo mejor de la vida.

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