Punto Aparte: Deshaciendo los pasos

Punto Aparte: Deshaciendo los pasos

Como ya lo he comentado en otras oportunidades, desde que volvimos al país, con la flaca nos pusimos la meta de llevar a los incontrolables a conocer los pueblos de Antioquia, reviviendo aquellos paseos familiares de cuando éramos niños y salíamos los fines de semana a ver paisajes, tirar baño en los paseos de olla y comer en cuanto paradero había por todas las carreteras. Fueron tantas las veces que nos tocó hacer filas eternas para ver pasar la vuelta a Colombia, que todavía sueño con aquellos días, los mejores de mi vida. Siempre le voy a agradecer a mis papás el habernos criado descubriendo las maravillas de nuestra tierra, un poquito distinto a los programas de hoy, chateando y recorriendo vitrinas en los centros comerciales del Poblado. Nos criaron comiendo gelatina de pata por Copacabana, pandequesos debajo del puente cuando Envigado era lejos, mangos en Santa Bárbara, tortas de pescado en la Pintada, piononos multicolores en Bolombolo, arepas en Montenevado, chorizos en Boquerón, fresas con crema y obleas con arequipe por Barbosa; fueron tantas las caminadas en el salto de Guadalupe como los baños en los termales de Alejandría. Amo mi tierra paisa.

Cuando estaba chiquito mi papá nos llevaba al río Porce, al hotel La Lombriz a pescar sabaletas entre montañas de espuma, basura y olores nauseabundos. Hoy el río sigue igual o peor y sobreviven algunas sabaletas incomibles en medio del mercurio y la ceguera de las entidades responsables. El paradero obligatorio a comer y mecatiar, a menos de un kilómetro de Porce y las partidas para Cisneros, Yolombó y Gómez Plata, era y sigue siendo el Estadero Punto Aparte, uno de esos restaurantes “de ambiente familiar”, llenos de sol a sol, en el que todo el mundo que va hacia Puerto Berrío o la costa, para a comer detrás de la certeza de la buena sazón que dan los parqueaderos repletos de buses y camiones. Allí, además de platos suculentos de cocina colombiana, hay todo un repertorio de dulces artesanales, panadería tradicional antioqueña con buenos pandequesos, vitrina de fritos con papas rellenas, chorizos y palitos de queso descomunales y frutera. Pero de todo, lo mejor son las hojaldras que siguen igualitas, una especie de torta casera rica de sabor, pero más seca que una tiza, típica de las estaciones de tren, pues allí muy cerca además de la de Botero y Porce quedan los vestigios tristes de lo que fueron las de , Santiago y Limón, entre las que está el mítico Túnel de la Quiebra; hasta esa obra maestra de la ingeniería paisa me fui a llevar a la flaca y los insoportables enanos, que entre risas incontenibles de alegría pudimos recorrerlo en carritos empujados por motos en la oscuridad absoluta; un programa divertidísimo lleno de paisajes y sabores.

Vale la pena hacer este paseo además porque mejoró mucho la vía con la nueva doble calzada que evita el paso congestionado por la vieja trocha de Barbosa, a pesar de que faltan aún varios kilómetros. El paseo hasta Cisneros es una delicia por los trapiches, las cascadas, los charcos del Rio Nus y la vieja locomotora del ferrocarril. Cuando vaya por allá, no deje de parar en Punto Aparte y probar su especialidad que son los sudaos, con posta, sobrebarriga, pollo o lengua. Los caldos, del otro mundo, especialmente el de menudencias; además tienen arepas telas ricas con buen quesito, chorizos montañeros bien hechos, pescado, fríjoles de primera con todos los juguetes y un gran surtido de carnes asadas. Las porciones son bastante generosas y los precios muy moderados. Lo van a atender un montón de mujeres simpatiquísimas y muy eficientes casi todas de Porce. Los que paran ahí, siempre vuelven, con toda razón. Punto Aparte.

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