Vecinos convirtieron en un jardín lo que antes era una escombrera

Vecinos convirtieron en un jardín lo que antes era una escombrera

Vecinos convirtieron en un jardín lo que antes era una escombrera

Hace 18 años Juan Carlos comenzó la siembra de matas en el parque La Chinca (ubicado en La Nubia, Medellín), aunque inicialmente era una escombrera, sus plantas han retoñado.

En un sector del parque La Chinca ubicado en la calle 15a con la carrera 80, Belén La Nubia, se divisa una zona boscosa con diferentes árboles, plantas, pencas, flores y algunos animales. El lugar, que sirve para respirar aire puro, conectarse con el paisaje y escuchar el sonido de los pájaros, se convirtió en un corredor verde donde sus visitantes se relajan, cambiando por unos instantes el ambiente rutinario de ciudad.

Los responsables de esta desinteresada y amigable práctica con el ambiente son 2 residentes del barrio, encargados de sembrar y proteger la mayoría de especies de flora que tiene el parque. Uno de ellos es Juan Carlos Saldarriaga, quien hace 18 años cambió la mecánica industrial para dedicarse a cuidar la naturaleza. Él comenzó a cultivar piecitos de matas que le regalaban las vecinas cuando La Chinca era un matorral, “yo le ayudaba a un señor que ya falleció a sembrar arbolitos, le fui cogiendo amor a esto y así empecé, conociendo el nombre de las plantas y la forma en que se sembraba cada una”.

Aunque algunas personas apoyan su causa, otros son detractores de ella y afirman que sus cultivos solo son un escondite de vándalos y marihuaneros. Sin embargo, Juan cambió la perspectiva de muchos con su trabajo. “A pesar de los comentarios de las personas que no están de acuerdo, me hice conocer, continué con el proyecto del parque y ahora arreglo la mayoría de los jardines de los vecinos de La Nubia”.

Así llegó su amigo, Juan Pablo Zuluaga, quién admiró desde el principio el trabajo de Juan Carlos y en sus tiempos libres le ayudó en las labores de siembra y cuidado de los árboles.

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La pasión por lo natural los ha llevado a sembrar más de 200 especies de plantas de forma gratuita, y con ayuda de pocas personas “recogemos maticas que las personas ya no quieran cuidar, pedimos permiso para llevarnos algún piecito de un jardín o nos regalan algunas semillas”, explica Juan Carlos.

La falta de apoyo hace que sean autosostenibles, es decir, mantienen su actividad agronómica haciendo su propio compostaje. “Tenemos un cajón pequeño para hacer humus y abono, con estos elementos cultivamos nuestras plantas”, afirma Juan Carlos. Además, aprendió a vivir con los pocos recursos que le genera la práctica ambiental, vende algunos piecitos que tiene repetido o elabora materas y alcancías con los tallos que caen de los guaduales. “La poca herramienta que tenemos la hemos conseguido mediante estos recursos, a pesar de ser un poco costosas. He consigo machete, tijeras podadoras, regaderas y guantes, que son los que más se desgastan”.

Lo que más se necesita en el lugar es agua, y ambos han hecho trámites ante la Administración municipal, pero la respuesta ha sido que es prioritario para escenarios deportivos. “Durante el verano, tenemos que pedir agua puerta a puerta con el fin de regar las plantas. Las bromelias y las orquídeas son unas de las especies que más la necesitan en este tiempo seco”, cuenta Juan Pablo.

Varios palos y arbustos de nísperos, guayabos, pomas, naranjos, mandarinos, palmas, ceibas, aguacates, noelias, caña de azucar, café, 10 variedades de cactus, doce de pencas, entre otras especies, se pueden observar al transitar por el corredor verde de La Chinca.

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Los 2 vecinos son empíricos en materia del cuidado botánico y herbario. Por eso les gustaría recibir apoyo para comprar herramientas de trabajo de campo y recibir algunas capacitaciones con el fin de aprovechar mejor el compostaje que hacen.

Han enviado matas a Las Playas, San Bernardo y el cerro de las Tres Cruces, la única condición para llevarse un piecito del punto ecológico del parque de La Chincha es cuidarlas. “Estas son mis hijas, el compromiso es que las protejan y no las dejen morir. Sin embargo si solo cuento con un piecito de alguna especie, no la toco y la dejo que retoñe en La Chinca”, cuenta Juan Carlos.

Este hombre apasionado por la naturaleza se retiró de su profesión como mecánico industrial por un cáncer que padeció debido a la manipulación del mercurio y la fundición de metales. No obstante, él le atribuye la recuperación a la naturaleza. El amor y el cuidado de las plantas lo han aliviado, por eso no regresaría a su antiguo oficio, aunque la jardinería le genere pocos ingresos.

A ambos habitantes de La Nubia no les preocupa la próxima remodelación del parque, aseguran que el arreglo de los andenes mejoraría la imagen del lugar, lo único que piden es que no les dañen ninguna de las matas o arbustos que han sembrado con tanto esfuerzo. Ni siquiera la idea de construir una iglesia en años anteriores fue impedimento para continuar las labores de jardinería.

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En un matorral Juan Carlos y Juan Pablo están formando un ecosistema. Aparte de las especies de flora que han cultivado, consigo llegan varios tipos de animales que toman el parque como su hábitat. “Aquí hemos visto ardillas, iguanas, diferentes tipos de pájaros, zarigüeyas, búhos. Lo que estamos haciendo está ayudando a todos, la comunidad tienen un parque limpio, un lugar donde relajarse y los animales tienen su hábitat”, cuenta Juan Pablo.

El anhelo de ambos es cumplir el sueño de crear el propio jardín botánico de Belén, un lugar gratuito para las personas que aman la naturaleza. La única condición para entrar sería dejar huella, en este caso, una semilla para sembrar.

Por Alexis Carrillo Puerta
alexisc@gente.com.co

 

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