El muñeco de año viejo ahora es miniatura

El muñeco de año viejo ahora es miniatura

El muñeco de año viejo ahora es miniatura

Hace unos años el tradicional muñeco de año viejo, del 31 de diciembre, se transformó. Viene en tamaño personal para que cada quien lo queme y deje atrás lo malo del año que pasó.

Recuerdo que cuando era niña los 31 de diciembre había un muñeco vestido con la ropa vieja de cualquier vecino, sentado en la esquina de cada cuadra. Tenía una botella de licor en la mano y estaba relleno de periódico, aserrín y pólvora. A las 12 a. m. él era el protagonista. Antes de los abrazos y el brindis, la gente le hacía corrillo para quemar el año viejo y, con él, todas las tristezas. Sin embargo, el tiempo y el peligro que significan los juegos pirotécnicos apagaron esa tradición. De un momento a otro no se volvieron a ver.

¡Qué épocas aquellas! La nostalgia con la que evoco aquel ritual es la misma que sintió Diana Román, una de nuestras vecinas, el día que, camino a las fiestas de El Retiro, notó la ausencia de los muñecos de año viejo en la carretera del oriente antioqueño. “Como respuesta a las restricciones del uso de la pólvora y al deseo de continuar reviviendo las costumbres decembrinas, con las que se quiere dejar atrás lo malo del año que pasa y darle la bienvenida al periodo que está por comenzar, le dije a Diego Gaviria, mi esposo, que lo hiciéramos en miniatura”.

En la Navidad de 2013 fue que estos 2 emprendedores —ella, comunicadora corporativa, y el ingeniero, de sistemas— se pusieron a coser 50 muñecos. Al año siguiente se sumó otra socia, Johana Velásquez, una diseñadora gráfica que le dio su toque creativo a Ñejo, como se llama el hombrecito de trapo, de casi 15 centímetros, que no tiene artefactos pirotécnicos y es confeccionado en su totalidad por los dueños de la marca.

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Este personaje, a diferencia del de los barrios, viene empacado en una bolsa y, además de estar perfumado con esencia de lluvia de plata, trae una hoja para escribir los propósitos del año que llega, eucalipto, paja, una botellita con alcohol para echarla en el momento de la quema, fósforos y una bolsita con lentejas, arroz y una moneda de $ 50 para atraer la abundancia.

Más allá de prenderle fuego
Como el muñeco de año viejo que diseña Diana existe un montón en el mercado. De hecho, John Cardenas, psicólogo y periodista, elabora el suyo con una media vieja rellena de papel, en el que antes escribió todo lo maluco que vivió durante 12 meses y la razón por la que él cree que tuvo esa dificultad. Lo hace con calcetines para darle el significado de renovar sus pasos.

Pero escribir lo que se quiere dejar atrás de manera tranquila y con una autoevaluación profunda no es suficiente para cerrar ciclos o elaborar duelos, pues, según el psicólogo, este es solo el segundo paso para comenzar este proceso. “Para escribir lo tuve que haber pensado y organizado en mi mente, lo que me permite reconocer los errores y tomar conciencia de que ese suceso sí fue muy impactante en mi vida. Esto es tener disposición al cambio”.

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De igual forma, John asegura que este ejercicio, aunque no soluciona el problema ni garantiza que a futuro no va a volver a suceder, tiene un efecto catártico. Así como lo es quemar el papel y el muñeco, pues esta acción significa deshacer, calcinar y destruir con el fuego para transformar a través de las cenizas.

“Los rituales no resuelven, pero sí solivian. Esto sirve para que la persona, en el tránsito de ese dolor o obstáculo, pueda soportar. Hay gente que lo realiza porque es tendencia y a la hora del té ahí no hay fe ni ritual ni actitud ni disposición; si usted quema todo solo por moda, pues perdió el año, y es mejor que no lo haga. Mi único deseo es que el próximo año sea lo más cercano a lo que usted sueña”.

Por Dafna Vásquez
dafnav@gente.com.co

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