
Los fantasmas por los que una familia dejó su casa en Laureles
Los inexplicables sustos que padeció una familia en un apartamento de Laureles hoy son revelados por una de las protagonistas de esta tenebrosa historia.
Cuando Marcela Olarte puso un pie en el que sería su hogar ubicado en la calle 35 con la carrera 80 sintió ‘el ambiente muy pesado’. Daba la sensación como si hubiera más gente en un espacio deshabitado.
Corría el año 2020, tiempo en el que comenzó la pandemia por covid-19. El inmueble de 130 m² era el lugar perfecto para acoger a su familia conformada por su esposo, dos hijos y dos niñas que ella cuidaba como madre sustituta del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
A simple vista parecía un apartamento común y corriente, pero esta mujer siempre notó una energía extraña en este lugar, sobre todo en la primera habitación, donde le sucedieron una serie de hechos que pueden quitarle el sueño a cualquiera…
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Y más que a sus 52 años de edad ha presenciado en diferentes etapas de su ida hechos paranormales que por más que le busque una explicación lógica, no tiene ninguna y solo guardó silencio, pensando que era algo con lo que podía vivir con normalidad.
“Cuando era una niña tenía muchas pesadillas, recuerdo que una vez mientras esperaba para cruzar la calle me agarraron una pierna y cuando miré no había nadie… Viviendo con mi madre en la Urbanización La Inmaculada también en muchas oportunidades me cerraban las puertas, escuchaba voces y veía sombras”.
La primera habitación
A los días de mudados, de forma misteriosa comenzó a encenderse el televisor de la sala todas las noches. Por la rendija de la puerta se colaba la luz que el aparato proyectaba, obligándola a levantarse para apagarlo. Algunas veces logró ver el reloj confirmando que siempre sucedía después de las 3:30 a.m.
“Nos tocaba dejarlo desconectado para que no amaneciera encendido”, relata. A su vez, la puerta de la habitación de su hijo mayor se abría de un modo extraño. Cuando el joven menos pensaba la perilla comenzaba a girarse hasta abrir la puerta sin que estuviese venteando.
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El temor comenzó a invadirlos a todos y más cuando estaban cerca de la habitación principal, incluso, Marcela recuerda que el mismo día de la mudanza terminó muy cansada y decidió darse una ducha. Al salir del baño quedó paralizada… Había una sombra negra sentada en su cama.
Presa del pánico evitó mirarla directamente y de modo sorpresivo desapareció pero nunca más pudo borrar aquella imagen de lo que aparentaba tener una figura masculina.
Un día, mientras su hijo menor estudiaba frente al computador sintió como una mano le acariciaba el cuello por detrás, un gesto que solía tener de forma afectuosa Marcela. No obstante, al preguntarle a ella por este hecho comprobó que se encontraba muy lejos en ese momento, así que no había sido ella.
En otra ocasión, una de las niñas que Marcela cuidaba, que por aquel entonces tenía dos años, comenzó a señalar de manera insistente un rincón de la habitación principal.
Ella acostumbraba referirse a los adultos mayores como “Tati”, que en su lenguaje era semejante a la palabra tía, pero en dicho episodio la infante se quedó mirando una esquina y su voz se llenó de angustia mientras decía “Tati, Tati”, un suceso que dejó sin palabras a la familia.
“Yo sé que la niña vio a un adulto porque no paraba de decir Tati y lo miraba fijo”, explica Olarte. Con el tiempo Marcela y su esposo se fueron de la habitación principal, de hecho, nadie la frecuentaba y permanecía como cuarto del revoltijo.
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Una mañana esta vecina amaneció con un rasguño en el brazo. El arañazo, producido sin que ella supiera su origen fue detectado mientras se bañaba, pues el jabón hizo que la herida ardiera. No pasó mucho tiempo después hasta que a su hijo mayor también le apareció un rasguño pero en la espalda.
El miedo de quedarse solos en casa
Las noches parecían eternas y los días no distaban mucho de una atmósfera tensa atravesada por confusas situaciones de las que nadie era ajeno. Aunque para Marcela tener interacciones paranormales no era algo nuevo, el miedo seguía latente.
Otro día mientras cocinaba, en un momento de un repentino silencio, escuchó como si les hablaran al oído, sonó un suspiro ahogado, algo que ella describe como la última exhalación de alguien cuando va a morir, “fue muy impactante porque las dos estábamos calladas y cuando la niña me preguntó si había escuchado eso y yo se lo confirmé ella se asustó demasiado, me pidió que no la dejara sola en la casa”.
De igual forma surgieron plagas como las cucarachas a pesar de la higiene y el aseo.
Una imagen perturbadora
Nadie quería quedarse solo allí, sin embargo, un día su familia se fue a comprar pizza mientras Marcela conversaba por celular con su hermana. Al enviarle una fotografía (selfie) dándole la espalda al televisor su hermana la hizo darse cuenta de que aparentemente en la imagen ella no estaba sola.
Según esta vecina junto a su cabeza se logra divisar el rostro de un hombre, el mismo que parece perseguirla a donde sea que vaya.
La energía de ese espacio estaba consumiendo a Marcela a tal punto de enfermarse con fuertes dolores de cabeza y otras dolencias.
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Por esta razón decidieron marcharse del lugar y aunque como dice Iván Darío Patiño, esposo de Marcela, “uno aprende a vivir con eso, dejamos de ser incrédulos”, estas extrañas presencias los siguieron hasta su nuevo hogar en Calasanz, pero esa es otra historia.
Por Michelle Acevedo Vélez – Alexis Carrillo Puerta
michellea@gente.com.co – alexisp@gente.com.co
Fotos cortesía y Michelle Acevedo.