
¿Por qué el cementerio de Envigado tiene forma de trébol?
Desde adentro no es posible apreciar la forma del cementerio municipal, pero sí se puede conocer su historia. Visítelo y escúchela, que la foto aérea se la muestra Gente.
Para Carlos Gaviria Ríos la muerte es como respirar, algo sencillamente natural. A diferencia de una persona asustadiza, capaz de creer y atemorizarse con cuentos de ultratumba, este historiador disfruta la tranquilidad y la frescura que encierra el Cementerio Parroquial del Municipio de Envigado. Tal es así, que conoce de arriba a abajo este lugar y, por supuesto, su historia.
En un recorrido ameno, guiado por él, Gente la conoció también. Conozca desde adentro un rincón envigadeño que desde arriba es un trébol. En él yacen nuestros muertos, cientos y miles de ellos. Ni Carlos, ni Luis Fernando, el sepulturero, saben cuántos. En él también reposa parte de nuestra biografía e identidad.
El tercer lugar de entierros
Partimos de la cripta número 5, donde hay fallecidos desde, aproximadamente, 1979 y donde Ríos aclaró que el cementerio no es municipal, no es de los bienes de la Administración. Siempre fue y ha sido parroquial; de hecho, como camposanto tiene la misma edad de la parroquia principal (Santa Gertrudis), casi que la de la ciudad propiamente.
Sin embargo, el primer sitio religioso de la ciudad no fue este templo, sino que antes de 1775 (año aproximado de construcción de la parroquia) había una capilla, la de Nuestra Señora de los Dolores, en San Rafael. Allí se empezaron a enterrar los primeros muertos de Envigado. Más adelante, con la inauguración de Santa Gertrudis, se levanta un segundo lugar para entierros. Fue en la calle 37 sur, por el teatro, y con el tiempo ocupó el lado derecho —y hacia atrás— de la iglesia (donde está hoy el banco Caja Social).
En 1852, y por acuerdo municipal, el cementerio se trasladó al sitio actual, en Milán Vallejuelos, sobre la av. Fernando González (también av. El Poblado, cra. 43A o la 11) entre las calles 40 sur y 41 sur. La razón del cambio respondió a políticas de salud pública: ya las iglesias católicas no podían presentar este tipo de situaciones dentro de las zonas urbanas.
Todavía no era el lugar que vemos hoy. Aquel combinó en su edificación algunas tumbas. (Y aquí, un paréntesis: en el camposanto actual solo hay 2 tumbas en tierra: una, de un prestigioso médico, conocido por su humanidad, humildad y caridad. Y justo al frente, uno de los políticos más representativos, 5 veces alcalde).
Volviendo al cementerio recién trasladado en la década de 1800, medía 11 varas de longitud (poco más de 9m) por 8 de ancho (casi 7m), tenía tapias y cubierta de teja, 2 puertas: la principal (a la av. Fernando González), tenía cerradura, y otra en mal estado, al lado occidental. Para 1874 contaba con 2 ataúdes, uno en buen estado y otro muy deteriorado; se prestaban para las velaciones y luego enterraban a la persona envuelta en sábanas. Luego tuvo capilla.
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En 1937 se reunió la junta de fábrica de la iglesia y se amplió el cementerio con un lote del terreno donde se había construido dicha capilla en 1931. Es decir, el espacio en el que hoy está la cripta central, la que le da la cara a la entrada principal.
Sobre esta última aludida lo que se sabe es que la original habría sido diseñada por Agustín Goovaerts en piedra ferrita; era un torreón central con 2 puertas pequeñas a los lados, pero cuando se amplió la av. El Poblado esa parte del cementerio se perdió, así que en 1957 se remodeló de nuevo, por cuarta vez y por completo. Fue la intervención que le dio el aspecto actual, el que no es posible percibir al entrar.
Podría ser un asunto de ciclos
Desde el aire sí se puede. Las 5 criptas con galerías y la cripta central dan forma de trébol al camposanto. En la mitad de la última, imponente, estira su mano un “Cristo resucitado”, réplica de la escultura de Santa Gertrudis que fue traída de Francia a finales de 1800. Es más, por un tiempo se llamó Cementerio de la resurrección, pero no fue el nombre más usual, por eso pasó a ser simplemente Cementerio Parroquial del Municipio de Envigado (porque, recordemos, es administrado por la parroquia).
Las criptas mencionadas son circulares y tienen tumbas en las paredes. Las galerías también se componen de bóvedas y osarios, y se ubican a los lados del camino central del lugar. Todo esto se aprecia al recorrerlo, pero nada se compara con la posibilidad de verlo desde arriba. A pesar de que subiendo al “Resucitado” se puede tener una buena vista del paisaje que rodea al cementerio, no es igual (y eso lo supimos cuando volvimos al sitio con una cámara instalada a un dron).
Que sean circulares significa, para el historiador Carlos, el ciclo de la vida. Así como el trébol: “De buena suerte y energía; cíclico, como el ciclo de la vida”. Lo dijo precisamente junto a la cripta central, rodeada por un mosaico, “que también representa el ciclo de la vida: la mano del creador arroja semillas sobre la tierra, que vuelven a dar semillas y frutos vuelven a desaparecer para volver después”.
Esa, la del centro, es la más amplia de todas. Es una cripta con tumbas de 1952, 1949, 1928, 1902 (posiblemente se trasladaron muchos muertos del cementerio anterior). Las bóvedas del medio son destinadas para sacerdotes, y en el segundo piso (aquel desde el que se observa todo el cementerio y un poco de sus alrededores) están enterrados otros curas y algunas familias prestantes.
Sobre las demás personas enterradas, conocimos que no eran tan relacionadas con el sector obrero del municipio (como antes), sino con el comercial. Y al ser, en su mayoría, osarios, algunos cuentan con familias completas. Las partes nuevas (galerías), por su parte, combinan osarios con bóvedas. Son espacios muy profundos, aunque los tamaños de las bóvedas varían, hay propias y alquiladas.
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La decoración es un factor común, los visitantes manifiestan su dolor y el luto en las tumbas con diferentes maneras de adornar: la bóveda de una niña con muñecas de colección, la de un joven con motos (seguro eran su pasión), varias con mensajes escritos de manera directa a los seres queridos que allí descansan y otra con muchas advocaciones de la virgen son solo ejemplos.
Seguramente casi todos los que yacen en el camposanto fueron despedidos antes con misa en una parroquia y trasladados en algún vehículo. Solo ha de haber unos cuantos a los que les tocó ser enterrados en Santa Gertrudis luego de ser llevados al hombro. Lo cierto, afirmó Ríos, es que el envigadeño envigadeño (o el que no lo sea, pero se siente como tal) quiere descansar en la paz que envuelve al trébol de Milán.
Por Luisa Fernanda Angel
luisaan@gente.com.co