
Altavista, el barrio donde termina Medellín
Así lo llamó Orlando Ramírez Casas en el libro que cuenta la historia del barrio y así lo recuerdan también sus primeros habitantes. Conozca cómo nació uno de los sectores más renombrados de la comuna 16 (Belén) de Medellín.
Hace un par de semanas Maribel Almario solicitó un servicio de mantenimiento para su lavadora y los técnicos se negaron a ir hasta su casa cuando supieron que estaba ubicada en el barrio Altavista. Lo mismo les ha ocurrido durante los últimos meses a otros vecinos de la zona, quienes a la hora de pedir un taxi, por ejemplo, deben aclarar que no van para el corregimiento sino para “Altavista parte baja”, a 2 cuadras de la 80.
El deseo de hacer esa diferenciación viene de ambos sectores y no se debe únicamente a la coyuntura de orden público por la que atraviesa el corregimiento, sino que viene desde 1963, año en que el Instituto de Crédito Territorial entregó el lote donde se construyeron las 308 viviendas de la Urbanización Altavista.
En un sentido histórico, como lo recuerda Orlando Ramírez Casas, escritor del libro En Altavista se acaba Medellín, ambos tienen gran relevancia, pues fueron puerta de entrada para la expedición del mariscal Jorge Robledo, a mando de Jerónimo Luis Tejelo, con la que los españoles pisaron por primera vez el Valle de Aburrá.
Ramírez Casas fue uno de los fundadores del barrio, el mayor de los 14 hijos de don Delio, y llegó a vivir allí en septiembre del 63, cuando tenía 18 años. “Las casas costaron $ 13.000, pagamos una cuota inicial de 3000 con las cesantías de varios años de trabajo de mi papá en Coltejer y el Instituto nos prestó 10.000″, cuenta el escritor y añade que las familias debían poner la mano de obra, algunas contrataron y otras construyeron por sí mismas.
La primera vez que fueron a ver el lote era una sola manga que pertenecía a la familia Medina. En la segunda visita vieron que había calles trazadas y en la tercera ya estaban señalados los lotes. Las casas tenían 2 habitaciones, sala comedor, cocina, servicios sanitarios y un solar grande. Aunque don Orlando admite que se veían un poco pequeñas, para su familia, tanto como para otras que se establecieron allí, esta era la oportunidad de cumplir el sueño de la casa propia.
Algunas personas venían de otros barrios de Medellín, como la familia de don Orlando, que era de Buenos Aires, y otras de distintos pueblos del departamento. Para ese entonces el morro de Zafra tenía unas pocas fincas pero ya existían La Gloria, San Bernardo y el barrio Vicuña, pero no La Nubia, ni Aliadas y menos la Loma de Los Bernal.
Este último barrio era casi que el patio de juegos de los niños que llegaron a vivir a Altavista. “Con semejante paraíso al que nos trajeron, uno tiraba los cuadernos y se iba a finquiar”, comenta Carlos Alberto Agudelo, otro de los vecinos fundadores.
Durante los primeros meses el barrio no tenía agua. Cuenta Ramírez Casas que debían ir a lavar ropa a la quebrada y traer agua en canecas desde la fábrica Vicuña, donde había una llave pública. La primera luz que tuvieron fue de contrabando, con un cable que trajeron los vecinos desde Sucre y de eso también se acuerda don Humberto García, quien agrega que no podían prender los bombillos al mismo tiempo porque se opacaba la luz.
“Llegamos con unas ansias de organizarnos, de cooperar… rápidamente apareció el Centro de Inquietudes Juveniles, luego el club de las 4S (un grupo de señoras dedicadas a labores sociales) y el centro catequístico”, cuenta don Humberto García. El primer equipo de fútbol del barrio se llamó Deportivo Independiente Medellín, luego surgieron Boca y River.
Pero además llegaron por ese entonces al barrio Susana y Hellen, 2 mujeres provenientes de Estados Unidos, que trabajaban por la integración de la comunidad y representaban los cuerpos de paz. “Es que el barrrio se fundó con base en la política norteamericana de la Alianza Para el Progreso“, precisa don Carlos Alberto Agudelo.
Fruto del trabajo en comunidad, los habitantes de Altavista aportaron fondos para la construcción de la parroquia San Francisco Javier, en La Gloria. Años después, en 1993, lograron la construcción de la parroquia María Madre Admirable (ubicada en la calle 20 A #82 B) en el lote donde antes había estado la caseta donde se almacenaban los materiales de construcción y donde además se había establecido la primera escuela.
De las primeras casas que entregó el Instituto de Crédito Territorial aún hay aproximadamente 3 que conservan la estructura inicial, incluso con las tejas de Eternit y los antejardines amplios. El resto han cambiado, algunas ya tienen 2 o 3 pisos, y también han llegado inquilinos y nuevos habitantes que se han ido integrando a ese tejido social.
Lo mejor de Altavista es su gente y en eso coinciden los fundadores del barrio. Aunque no niegan el consumo y venta de drogas en algunos sitios, consideran que es una zona segura. “Tenemos una cara estigmatizada, pero Altavista parte baja no es zona de enfrentamientos”, afirma Nelson Jiménez, integrante de la Junta de Acción Comunal, y agrega que hay gente de la comunidad dispuesta a trabajar por restablecer esa confianza.
Por Jessica Serna Sierra
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