
Alcalá creció con la unión de sus vecinos
Repasamos la historia de este icónico barrio de Envigado con uno de sus fundadores. La pujanza de sus habitantes es protagonista.
En la década de los 60, cuando construyeron las primeras casas en Alcalá, los vecinos se conocían por los nombres de las empresas donde trabajaban. Estaban los de Coltejer, los de Peldar, los de Grulla y algunos de Pilsen; muchos de ellos con una idea común: la voluntad de unirse para consolidar su barrio.
La historia la recuerda bien Renato García, que llegó a vivir a este sector en 1951, cuando tenía 10 años. En aquella época existían solo unas cuantas casas en un barrio llamado La Estación, ubicado cerca a la estación Manuel Uribe Ángel del ferrocarril, y un camino empedrado que subía por la calle 19 o calle nueva (hoy 38A sur), a la que le decían la Calle de la Gruta.
También estaba Grulla y otra fábrica llamada Calzado Rey Sol. “Había un alambrado que encerraba toda esta zona y le llamábamos la finca de Guamo, porque al mayordomo le decían así y no nos dejaba entrar a coger guayabas y naranjas”, recuerda el vecino.
En 1963 la cooperativa de empleados de Coltejer, Sedeco, compró una parte del lote ubicada donde hoy está la carrera 47A, que era propiedad de don Pedro Luis Restrepo (fundador de Peldar) y ofreció préstamos de vivienda a sus empleados.
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Uno de los beneficiarios fue Francisco Javier García, hermano de Renato, a quien le prestaron $ 2500 para comprar el predio y $ 9000 para construir su casa. Como don Pedro Luis le llamaba a este lugar La Mantellina, ese fue el primer nombre que tuvo el sector que se extendió hasta la calle 40, conocida también como Calle Basura.
En 1965 don Renato vivía con su hermano y junto a él y otros empleados de la empresa de textiles decidieron conformar la primera Junta de Acción Comunal. Nombraron a Frank Olguín como presidente, a Cenón Arenas como vicepresidente, a Francisco Javier como tesorero y a Renato como secretario.
En un lote baldío montaron una caseta para la junta donde hacían bailes los sábados, vendían comida y hasta cobraban por canciones, con el fin de recoger fondos para la construcción de la escuela.
Para esa época Benajmín Londoño y Humberto Ochoa ya habían comenzado a urbanizar entre las careras 46 y 45 y como Frank trabajaba con Ochoa, le pidió un lote para levantar el centro educativo.
Cuenta don Renato que él les asignó una zona muy pendiente (entre la carrera 45B y la 45A) y ellos, como el señor casi no visitaba el barrio, se tomaron otro lote más abajo, donde hoy está la Institución Educativa Alejandro Vélez Barrientos.
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De hecho, cuenta Renato, se ganaron entre 20 y 25 metros con un muro de contención que le hicieron a la quebrada La Mina (para ese momento estaba destapada), con residuos que trajeron de la caldera de Coltejer. El urbanizador llegó al lugar cuando ya tenían puestos los primeros ladrillos del colegio, así que no le quedó más remedio que escriturarles ese lote.
Hacia 1969 se concretó la Escuela Rural La Mantellina, que era de una planta (2 salones y un solar) y comenzó con 25 estudiantes. Como anécdota curiosa, Renato recuerda que los miembros de la Jac le pidieron al gerente de Proquicol, una fábrica de productos químicos que se ubicó en la zona, que les diera los primeros pupitres y tiempo después los mismos vecinos pidieron retirar la empresa por causa de la contaminación. “Ellos se fueron sin rencores”.
Para 1973 el mismo Frank Olguín fue contratado por Pedro Luis Restrepo para construir el asilo (Refugio Bernardo Uribe de Restrepo) y las casas aledañas. El propósito del empresario, según cuenta don Renato, era que el dinero del arriendo de esas viviendas pudiera pagar los gastos del hogar de ancianos que en un principio fue público.
La parte del barrio que comenzó a edificarse desde la 43A tomó el nombre de Alcalá y esa denominación se extendió después hasta los límites con Las Vegas.
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La construcción de la iglesia fue otro de esos hitos memorables. Antes los vecinos asistían a la misa en una ramada y llevaban sus propios taburetes, pero hacia la década del 80, cuando fue asignado el padre Eduardo Toro, que además es arquitecto y pintor, edificaron la Parroquia Santa Cruz de Alcalá, también con ventas de empanadas y colaboraciones de los habitantes.
A comienzos de los 80 la Junta de Acción Comunal gestionó la cobertura de la quebrada La Mina porque, según dice don Renato, era “maloliente” y después de los 90 le hicieron una cobertura más moderna y resistente. Así nació el bulevar de Alcalá, que es el sendero peatonal ubicado sobre la calle 39A sur.
Renato cuenta que el barrio llegó a tener incluso su propia antena parabólica. La idea surgió de una conversación que él tuvo con Álvaro Vélez en 1991, ambos decidideron contactar a Carlos Mario Restrepo, un vecino conocedor de las telecomunicaciones y comenzaron a repartir volantes a los vecinos. En 200 hogares recogieron una cuota de $ 10.000 o $ 15.000 para comprar la antena, regar el cable e instalar los platos. La suma de esta antena y otras de otros barrios, según Renato, más tarde dieron lugar al nacimiento Teleenvigado.
Más allá de las transformaciones que ha tenido el barrio, la cooperación entre vecinos y los centros industriales y educativos siguen siendo relevantes. La vecina Margarita Vélez destaca, por ejemplo, que aquí hay universidad (la Cooperativa de Colombia), 3 colegios (el M.U.A., la Presentación y el Alejandro Vélez) y la biblioteca Débora Arango.
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Por Jessica Serna Sierra
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