¿Hasta cuándo se debe cuidar los hijos?

¿Hasta cuándo se debe cuidar los hijos?

Las madres deben entender que el acompañamiento que realizan con sus hijos tiene un límite y debe ser el correcto para que el hijo aprenda a cuidarse y pueda valerse por sí mismo en el futuro. 

Ilustración: Elena Ospina

Todos los seres humanos requerimos distintos tipos de cuidados a lo largo de la vida sin importar cuál sea nuestra edad, por eso “siempre nos cae bien cuidarnos, cuidar a otros y ser cuidados por los demás. Incluso si estuviéramos más atentos a cuidarnos y cuidar a los demás podríamos mejorar significativamente nuestras interacciones y hacer del mundo un mejor lugar para todos”, así lo explica Cristina Jaller, psicóloga especialista en salud mental de niños y jóvenes de la Universidad CES.  

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Por esto, para Cristina Jaller, la clave está en “no confundir cuidados propios de cada etapa del desarrollo con sobreprotección o negligencia, pues cualquiera de los dos extremos puede tener serias implicaciones en el desarrollo de una persona y el desarrollo de las concepciones que tiene de sí mismo”.  

El ideal es que cuando el niño nace y comienza su proceso evolutivo se logre alcanzar un equilibrio en el que “el niño desarrolla su autonomía y la madre puede empezar a incorporar otros asuntos que son valiosos e importantes para ella además de la crianza y el cuidado de los hijos”. 

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Ese balance debe ser definido por la misma madre, ya que ella “puede determinar en qué necesita ayuda el hijo y en que no, pues es igual que los músculos que se atrofian si no los usamos, cualquier habilidad que no se utiliza a menudo se va deshabituando”.  

Con esto, se va ejecutando la labor de las madres que es preparar a los hijos para la vida y que adquieran habilidades para que sepan cuidarse. 

Cristina Jaller afirma que, “si bien es importante ser amorosos y cálidos con ellos, es vital que aprendan a relacionarse respetando y reconociendo que existen límites”.  

Ilustración: Elena Ospina

Por esta razón, es fundamental durante los primeros años de vida que “se establezca un vínculo seguro, pues este permite que el niño explore y que tenga la certeza de que puede regresar a la figura de apego si así lo requiere”.  

Es así como “trabajar en el niño del hoy, para poder formar el adulto del mañana” se convierte en una tarea fundamental y que se va desarrollando en “la vida misma y en las situaciones cotidianas que se convierten en oportunidades muy valiosas para preparar a nuestros hijos, no hay necesidad de inventarse situaciones difíciles para enseñar habilidades a los niños, sino aprovechar todo aquello que nos sucede y mostrarles con nuestro ejemplo formas adaptativas de movernos en el mundo”. 

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¿Cuándo puede ser negativo el cuidado de la madre?

Todo comienza a tornarse negativo cuando el niño “siempre tiene a la madre u otra persona que resuelve todo por él y no tiene la posibilidad de llevar a la práctica alguna estrategia propia para resolver las cosas por sí mismo”. 

Cristina Jaller enfatiza en que, aunque existe la posibilidad de buscar ayuda en otros para aprender, lo peligroso es cuando “esa mano que nos ayuda a levantarnos cuando nos caemos, que siempre será bienvenida en cualquier momento de la vida, nos levanta sin que nos demos cuenta de que hemos caímos, de esta manera no permite aprender que hay posibilidad de volver a levantarse, ya que no sabríamos cómo hacerlo”. 

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Por esto, la madre debe aprender de qué manera estar en la vida del hijo para mantener un equilibrio y no cruzar los límites del hijo ni los propios: “una de las formas más efectivas para estar presente en la vida de una persona es reconocer qué es importante para ella y escuchar atentamente cuál es la forma de estar presente que esta persona valora. Conocer a nuestros hijos nos permite identificar qué tanto y cómo podemos estar presentes sin transgredir los límites y sin que se transgredan los nuestros”.  

Leer el contexto, para saber qué le sucede al hijo y a la madre, ayuda a sacar conclusiones orientadas por los hechos y no con base en suposiciones, es decir, “si ajustamos expectativas en ambos sentidos, es posible estar presente sin afectar el momento del ciclo vital en el que se encuentran ambas partes”.  

Escuchar y observar son dos habilidades bastante útiles en el proceso de crianza, pues permite identificar cuándo los hijos realmente necesitan de la madre o pueden ir avanzando sin tanto apoyo. Por esta razón, cuando el hijo comienza el proceso de independizarse de la madre es importante que esta “tenga claridad de qué quiere y qué necesitan aprender los hijos para darles las oportunidades de hacerlo y no interferir con su proceso de autonomía”.  

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Cada etapa del desarrollo de los hijos tiene sus propios desafíos, los duelos o miedos de cada madre dependen de sus características personales y la historia de aprendizaje de cada una. Es imposible tener una receta que indique cómo no sentir malestar o sufrimiento durante la crianza, ya que la vida implica muchas situaciones que se salen del control de las madres y esto sucede específicamente cuando el hijo comienza a alejarse de la madre.  

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Cristina Jaller asegura que “no existe una forma ideal de vivir este proceso, pues no tener cerca a alguien que es valioso para nosotros implica sentirnos tristes y dar paso a un proceso de adaptación para ambas partes. Puede ser de utilidad comprender este proceso de independencia como algo que responde al proceso evolutivo del hijo y donde es clave asegurar que hemos entregado todo aquello que será de utilidad cuando se enfrenten a situaciones en las que no estaremos presentes”.

Por: Andrés Bedoya Jr.

johanb@gente.com.co

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