Los gatos ferales de la 76

Los gatos ferales de la 76

Los gatos ferales de la 76

Los animales que solían andar de patio en patio, cuando las casas aún conservaban sus tradicionales solares, siguen entre nosotros.

Hace 14 años, cuando Luis Alfonso Montoya Aguirre regresó a la casa de su familia en San Bernardo, notó la presencia de unos felinos que deambulaban por su techo y el de los hogares vecinos. Desde el solar, uno de los pocos que aún se conservan en la manzana de la carrera 76 con calle 26, comenzó a observarlos y a darles de comer.

Los gatos fueron llegando al tiempo que recuperaba el lugar, 1 de las 3 residencias que su padre adquirió hace más de 5 décadas, cuando se estableció en Belén, y que estuvo alquilada a una carpintería. Alcanzó a contar aproximadamente 30 mininos y cada 2 o 3 meses veía que algunos aparecían con crías.

“Llegué a una conclusión como profesor, como ser humano y animalista: acabamos con los solares en Belén, como hemos ido acabando con las casas tradicionales para cambiarlas por edificios, y hemos ido desplazando a estos animales. Ellos, por la lucha de la supervivencia, se han ido organizando en los techos”, dice él y añade que decidió entonces asumir la alimentación de los gatos. De vez en cuando recibe donaciones de amigos o fundaciones, pero regularmente destina un 20 % de su sueldo a la compra de leche y cuido.

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Está controlada por La Perla
Si bien hay vecinos que felicitan la labor de Luis Alfonso, hay otros que han amenazado con envenenar a estos gatos asilvestrados o ferales, pues dicen que causan estragos en sus casas. De hecho, la población de la colonia ha disminuido; actualmente acude a comer a su casa casi la mitad de los animales que pudo contar al principio; 6 aparecieron muertos, 2 resultaron atropellados y los demás no volvieron.

Por esa razón, para tener un control de la población, el docente contactó hace 3 años al Centro de Bienestar Animal La Perla y le propuso un trabajo mancomunado en el que él continuaría alimentándolos y la entidad se encargaría de esterilizarlos.

El proceso comenzó con la captura de los animales en tramperas y siguió con las pruebas parasitarias, de sida y leucemia. Posteriormente se inició la atención veterinaria con vacunación, desparasitación, implementación del microchip (dispositivo electrónico que permite identificar a cada individuo y conocer su historia clínica), esterilización y reintegración al hábitat.

Para mantener controlados los olores, Luis Alfonso instaló 2 cajas de arena sobre su techo, a las que les hace mantenimiento cada 8 días. Los gatos no viven en su casa, pero este espacio viene siendo una especie de acopio para ellos y tiene el visto bueno de la Inspección Ambiental de Medellín, que visitó su casa hace poco para verificar el estado de salud de los animales y las condiciones de salubridad.

Su comportamiento no es agresivo, sino más bien tímido. El vecino explica que ha sido testigo de momentos en que los felinos caen a su patio y se acercan a sus perros, Berlín y Torito, pero no se pelean.

Todos los días, en la mañana y en la tarde, Luis Alfonso toma un recipiente plástico para el cuido y otro más para la leche, se sube a una escalera y comienza a tocar las tejas para llamar a los gatos. Reconoce a los que ya han sido esterilizados (solo faltan 3) porque tienen una marca en forma de triángulo en la oreja y también porque les ha puesto nombres de acuerdo con sus rasgos, como Tigrillo, Búho o Vaquita.

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“Estamos seguros de que en esta manzana no hay ratones y ese es el primer beneficio de esta colonia. Pueden mover las tejas, es verdad, porque ese es su refugio, pero eso también lo hacen las palomas y los gallinazos”, señala Luis Alfonso y hace énfasis en que por ley y convivencia estos animales deben ser mínimamente respetados.

Según la encuesta de calidad de vida 2014, en Medellín hay 101.153 gatos domésticos. A la par que crece el indicador, se incrementa también la cantidad de gatos callejeros y es cuando se evidencian problemáticas de sobrepoblación que tienen su origen en la tenencia irresponsable de mascotas y el abandono. Por eso, a nivel mundial, la forma de control más común es la esterilización.

Natali Bedoya, zootecnista con experiencia en fauna doméstica vulnerable, explica que, aunque estén en casa amansados, los gatos son animales que conservan el instinto de caza y por eso siempre van a querer salir, tienen hábitos nocturnos y después del crepúsculo se vuelven más activos. De ahí la importancia de la esterilización y de que la gente sepa siempre dónde está su mascota, “los albergues municipales tienen sus topes, por eso pueden existir miles de proyectos, pero si no se hace algo para trabajar en la cultura de los dueños de mascotas, no hacemos nada”.

Los ferales se caracterizan porque tienen mucho más arraigado su lado silvestre y, si las personas tratan de tocarlos, lo más común es que se comporten esquivos y huyan, “pero si tratan de cogerlos a las malas, se pueden poner nerviosos y atacan, pues, a diferencia de los amansados, estos tienden a estar más alerta y, si se sienten amenazados, tienen unas condiciones de supervivencia ante situaciones hostiles”.

Bedoya asevera que frecuentemente las personas estigmatizan a estos gatos porque temen los daños materiales que puedan ocasionar y porque al ser de la calle los asocian con el comportamiento animal silvestre y la transmisión de enfermedades como la rabia.

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Luis Alfonso dice que no hace parte de una sociedad protectora de animales, pero es consciente de que los seres humanos tenemos que aprender a convivir con los demás seres que habitan el planeta. Por eso quiere que la comunidad se entere de que hay una colonia de felinos en una parte muy central de Belén, protegida por La Perla y por un ciudadano, que merece respeto.

*Esta nota fue publicada el 17/03/2017.
Por Jessica Serna Sierra
jessicas@gente.com.co

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