Las joyas que guardan las parroquias de Envigado

Las joyas que guardan las parroquias de Envigado

Las joyas que guardan las parroquias de Envigado

Los templos de Santa Gertrudis y San José, en Envigado, albergan en su interior piezas de importancia artística, cultural e histórica. Estas son algunas de ellas.

Una sorpresa se puede llevar todo aquel que mire en detalle los objetos que hay detrás de los muros de las parroquias. Sus fachadas imponentes son resguardo de referentes de otras épocas, de rituales y creencias.

El templo de Santa Gertrudis, el principal del municipio, no es la excepción. Carlos León Gaviria, historiador de la dirección de Cultura, explica que este lugar tiene una colección de arte relacionada con la celebración de la Semana Santa, que en 2016 fue declarada patrimonio cultural inmaterial de la nación.

“Allí quizás el elemento más importante es el Cristo Resucitado, una imagen francesa de finales del siglo XIX“, cuenta el historiador y agrega que la figura fue pionera de este tipo de imaginería en Antioquia, por eso sirvió de ejemplo para otros cristos que se elaboraron en el departamento.

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El sacerdote Julio C. Jaramillo hizo alusión a ella en su libro Lo que tú no sabes de Envigado, publicado en 1986. Allí menciona que el Señor Resucitado fue un regalo del vecino Ciríaco Ramírez Toro y desde 1873 figura en el inventario del templo.

Para ese año, según el párroco, la imagen se guardaba en el hogar de Ramírez, “en la esquina nororiental de la plaza (…). Esta casa era visitada por fieles que daban una limosna” y se estaba convirtiendo en un santuario.

La imagen pasó a ocupar la nave lateral izquierda del templo actual, cuya construcción finalizó en 1897 —la primera parroquia Santa Gertrudis fue erigida en 1775—. Contiguo al Señor Resucitado está el altar mayor que, como señala el historiador Gaviria, es una obra de arte en sí mismo.

En su libro el sacerdote Jaramillo señala que este retablo fue hecho en cedro, con bordes dorados, y es de estilo griego corintio-gótico. Los estudios del altar fueron aprobados en 1883 y “los trabajos se encomendaron a Juan Muñoz; murió al año y lo sucedió Alejo Vieco acompañado de Rosendo Muñoz, más adelante continuaron los trabajos el señor Carvajal acompañado de Manuel Montoya”.

Sonidos únicos
En la parte trasera del templo principal se ubica otra joya invaluable: el piano tubular. Fue construido en Barcelona en 1909 por Pablo Xuclá y en noviembre del año pasado volvió a sonar después de una restauración que duró 2 años y medio.

A cargo de ese proceso estuvo Juan Carlos Ángel Gallo, un vecino de Envigado que se enamoró de este oficio en 1989, cuando Oskar Binder, quien trajo la mayoría de órganos al país, vino a reparar el de la parroquia Santa Gertrudis.

Juan Carlos cuenta que este instrumento es de estilo español romántico, cuenta con 18 registros o voces y tiene 1116 tubos, de los cuales 54 son en madera y el resto en metal con una aleación de plomo y estaño. “El más grande mide 2,70 metros y tiene 18 centímetros de diámetro, el más pequeño mide 7 milímetros y tiene 3 de diámetro”.

Quien lo compró fue el sacerdote Jesús María Bustamante, a quien, según apunta el restaurador, también se le debe gran parte de la imaginería y la decoración de la parroquia, “incluso la propia construcción, porque él llevó a cabo la culminación gloriosa y tan elaborada del templo”. Este es el único órgano tubular que hay en Envigado y forma parte de la lista de 34 que existen en Antioquia. Como dice Ángel Gallo, “cada uno es una obra de arte irrepetible”.

Sobre el reloj de la parroquia se explica en un aviso del despacho parroquial que es de construcción americana, lo compró el padre Mejía y al principio solo daba las horas y las medias horas. Cuando se inauguró el templo actual se acondicionaron 4 campanas, las 2 pequeñas hoy se encuentran en el asilo de ancianos y “la mayor, la quebraron en el repique que se dio para celebrar la terminación de la guerra civil en 1885. Luego fue refundida”.

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Escalas arriba en San José
Si hay un tesoro importante en San José es la estructura de la parroquia. El historiador Carlos Gaviria señala que éste es el segundo templo que se construyó a nivel monumental en Envigado, “derivado del aumento de población del municipio gracias a su industrialización”.

Según datos de la Alcaldía, la edificación comenzó en 1947 y se inauguró en 1956. “Su estilo es ecléctico romántico, con una torre gótica” y, de acuerdo con Gaviria, “es el tercer templo más grande en ladrillo cocido en Antioquia”, después de la Catedral Metropolitana y el templo del Calvario, en Campo Valdés.

Tal vez uno de los aspectos más significativos es que en la construcción participó la comunidad: “los obreros dedicaban sus días libres para ir al templo, participar en ventas de empanadas, recolección de recursos, acarreo de ladrillos y traída de materiales desde la quebrada La Ayurá”.

Así lo recuerda también Fernando Rojas Bahena, quien manejó el reloj del templo durante 5 años y hoy sigue trabajando allí como “todero”. Él cuenta que para la consecución de los terrenos se llegó a un acuerdo con las hermanas Elvira y Lucrecia Rendón Bolívar y fue la familia del primer párroco, Antonio J. González, la que donó las puertas principales y las primeras imágenes.

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“La madera de las puertas la trajeron de Turbo y el que las hizo fue el carpintero Alfonso Carmona”, relata Rojas, quien además es bisnieto de Andrés Rojas, escultor que colaboró en la construcción del altar de Santa Gertrudis.

La sobriedad es un rasgo que describe bien a la parroquia San José. Su cúpula, señala Rojas, es en cobre y está cubierta de un moho que “ayuda a conservarla”. Para verla de cerca hay que subir escalas que en el último tramo son tan pequeñas y empinadas que ameritan trepar. Están hechas en madera de comino, el mismo material usado para los cimientos.

Cerca a la cúspide está el reloj, que comenzó a funcionar aproximadamente en 1960 y fue hecho en Medellín, en el Taller de Mecánica Industrial San Rafael. Cuenta Fernando que la cuerda puede durar hasta unos 10 o 12 días.

Allí también se ven las campanas, “que fueron vaciadas en Rosellón y regaladas por los trabajadores en 1953”. Hay una principal, que da la hora, y las laterales, que dan los cuartos. Ya nadie las toca, aunque de vez en cuando Fernando pide permiso para subir y recordarles a los vecinos ese sonido que los unió hace décadas.

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Por Jessica Serna Sierra
jessicas@gente.com.co

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