Catalina y Carlos cosechan café en Sabaneta y lo venden en Laureles. Un familiar de 104 años de edad es su asesor.
Fotos: Julio César Herrera.
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Catalina María Duque y Carlos Londoño se conocieron mientras trabajaban en una empresa, ella como directora de talento humano y él como consultor jurídico.
Las charlas sobre café y otros temas en común los hicieron cada vez más cercanos, “Carlos me hablaba sobre su herencia cafetera, que se remonta a la historia de su abuelo, hoy con 104 años, y que desde los 19 se dedica a ese oficio”.
Este vecino, que además es filósofo y profesor, se crió en La Esperanza, una finca en Sabaneta en la que aún vive don Marco Aurelio García, quien le enseñó a Carlos todo lo que sabe sobre café y que hoy sigue aconsejándolo sobre cada proceso.
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“Cuando estaba pequeño me tocaba coger, despulpar, tostar y moler, pero de la taza no aprendí nada, de hecho, nunca me tomé un café del que cosechaba mi abuelo porque todo era para exportación”.
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Hace 15 años, “cansado de dedicarse a un oficio tan ingrato”, don Marco Aurelio tumbó los cafetales.
Sin embargo, a su nieto y a Catalina se les despertó la curiosidad y se metieron a varios cursos sobre café. “Nos engomamos tanto que también empezamos a leer e investigar sobre el tema, por eso, cuando decidimos que íbamos a formar una familia y a construir una casa en La Esperanza, sembramos café“.
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Con unas semillas que tenía el abuelo guardadas y otras que consiguieron en el Suroeste antioqueño plantaron microlotes de café que, en un principio, solo era para consumo propio.
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En Sabaneta la cosecha es todo el año, así que para la primera le pidieron prestada una pequeña despulpadora a una prima de Carlos (la tenía en un salón como adorno), secaron los granos en el balcón de la casa y los tostaron en un sartén.
A medida que fueron recogiendo más café, la situación cambió, “conseguimos quien nos hiciera el tratamiento de tueste (todavía nosotros recogemos grano por grano) y decidimos que le íbamos a hacer prueba de cata”.
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Un experto lo perfiló y le dio una calificación de 85 puntos de cata (café especial).
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“Aprovechando estas bendiciones, abrimos la Tienda Rosa de los Vientos, un café de especialidad en Laureles (Calle 32 F No. 74E-26, edificio Loft 32), donde viví toda la vida”, cuenta Catalina.
Un lugar creado para, además de disfrutar una buena taza,compartir con amigos, reunirse en familia, aprender a preparar esta bebida de la mano de expertos y estudiar o trabajar todo el día aunque sea a punta de un solo café.
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Por Dafna Vásquez
dafnav@gente.com.co
Enero 16, 2021
Emprendedores, Gente, Laureles