
Laureles, la última parada de un brasileño que recorrió Latinoamérica en bici
El barrio Estadio es la última parada de un brasileño que recorrió Latinoamérica en su bicicleta.
A los Arenas, vecinos de toda la vida del barrio Estadio, les llegó una visita muy particular: en 2 ruedas y muy ligero de equipaje llegó Rodolfo Saes desde São Paulo, Brasil.
Él, que hasta hace más de 10 meses fuera un dedicado profesor de Educación Física en un colegio estatal, decidió emprender el viaje de su vida y recorrer Suramérica en bicicleta: “Yo trabajaba para la Municipalidad y dimití junto con otros colegas. En ese momento pensé: ‘tienes que hacer algo diferente’, porque todo el tiempo de la vida se gasta en trabajar, ganar dinero, conseguir cosas y no se disfruta de cada día”.
Rodolfo sintió que en ese momento la vida misma le transmitía un mensaje y lo invitaba a tomar riesgos: “Yo soy separado y mis 2 hijos están grandes ya. Por eso me sentí libre para salir de la burbuja y de este círculo vicioso en que vivimos. Decidí disfrutar este viaje”.
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En 10 meses y desde que salió de São Paulo ha atravesado gran variedad de geografías y climas. Atravesó el estado de Paraná, en Brasil, para llegar a Paraguay; después, pasó por Argentina y siguió su recorrido hacia el norte y volvió a entrar en territorio brasileño por los estados de Santa Catarina y Río Grande del Sur. A partir de ahí cruzó Uruguay, regresó a Argentina, llegó hasta Chile y avanzó al norte hacia Bolivia, Perú y Ecuador, para finalmente llegar a Colombia.
Después de esos miles de kilómetros recorridos, Rodolfo admite que requirió mucha fortaleza física y mental, pero “yo mejor diría espiritual. Cada uno tiene su creencia y yo creo en Dios. Fui inspirado por Dios y siempre me sentí muy fuerte para hacer la travesía porque los desafíos son muy grandes. Si no se mantiene la paz espiritual, no se consigue hacer la travesía”.
Durante su itinerario, el viajero y entusiasta de la bici se maravilló con el litoral atlántico y la inmensidad de la costa del Pacífico, visitó sitios arqueológicos y quedó perplejo con la imponencia de los volcanes en Ecuador y la hermosa cordillera de los Andes, que marcó su camino a través de 5 países. Pero en todos esos lugares encontró algo en común: “El comportamiento de las personas. Nunca tuve problemas, siempre fui muy bien recibido por todos y me demostraron una generosidad y una bondad humana muy grandes”.
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A tal punto que, aunque admite que cuando salió de Brasil sabía que el dinero no le alcanzaría para llegar al final de la travesía, hasta ahora no le ha hecho falta nada, porque “recibí mucha ayuda en el camino. Algunas personas no me cobraban la comida, otros me ofrecían hospedaje gratuito. También fui invitado muchas veces por familias para pasar la noche en sus casas y hasta recibí donaciones en dinero. Pero lo más increíble y valioso de todo es que nunca pedí nada, todo era espontáneo y las personas se manifestaron voluntariamente“.
Luego de entrar a Colombia por el puente de Rumichaca y recorrer con perseverancia las escarpadas montañas, Rodolfo llegó a Medellín, ciudad que había fijado como el destino final de su viaje antes de volver a su hogar en São Paulo. Aquí, en la comuna 11, lo acogió la familia Arenas, a la que pertenece una amiga suya que vive en Brasil.
En Laureles se ha sentido muy bien, dice que “la gente aquí es muy especial” y explica que Medellín es un destino importante en su viaje, porque “cuando en mi camino hacia acá pasé por la ciudad de Chapecó, tuve la idea de hacer un homenaje para todo el pueblo colombiano y para el club Atlético Nacional, por la actitud grandiosa que tuvieron al momento de la tragedia del Chapecoense”.
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Por eso en Chapecó pidió a los jugadores del equipo que firmaran una camiseta y la trajo para entregarla a los directivos del Atlético Nacional. “Como agradecimiento, los jugadores de Nacional me regalaron otra camiseta firmada que llevaré a Brasil, y así empezó una valiosa amistad entre nosotros”.
Para Rodolfo, en el Valle de Aburrá termina el viaje, pero no la aventura. Tan pronto llegue a su ciudad, quiere escribir un libro sobre toda esta experiencia: “Quiero compartir con las personas todo lo que viví, porque se aprende mucho en un recorrido como este, son vivencias muy significativas para que se queden solo conmigo. Y lo que quiero es que las personas se animen a salir de su propia burbuja. Que no se limiten a vivir mecánicamente sin reflexionar sobre el sentido de su vida, que sus días no pasen para trabajar todo el tiempo. Es fácil decirlo, pero realmente quien viaja logra tener una visión diferente de la vida”.
Por Sergio Andrés Correa
sergico@gente.com.co