Del bloque 11 de UPB solo quedó el polvo

Implosión en UPB molestó a los vecinos

Del bloque 11 de UPB solo quedó el polvo

La UPB demolió por implosión uno de sus bloques para construir un nuevo edificio. El polvo causó molestia a algunos vecinos.

Una bruma gris con olor a cemento, que todo lo cubría, se fue expandiendo por Laureles. Y aunque parecía avecinarse un aguacero, la densa opacidad no era producida por la niebla que en invierno alcanza las zonas más altas de la ciudad. El día daba sus últimos estertores y la luz se iba haciendo más escasa para dar paso a la noche.

Los vecinos se encerraban en sus casas, los comercios cerraban rápidamente sus puertas y los curiosos y transeúntes buscaban, a paso acelerado, alejarse de la envolvente nube.

Todo había ocurrido en menos de 5 minutos: el silencio, la detonación y con ella el brillo; después del brillo, el estruendo, y al estruendo lo siguió la nube. Polvo proveniente de los muros triturados del bloque 11 del campus Laureles de la UPB, que acababa de ser demolido mediante un proceso de implosión controlada, para construir sobre su huella un nuevo edificio.

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Momentos previos a la demolición, el ingeniero Felipe Bernal, jefe del Plan Maestro de la Universidad, declaró que “el polvo se genera de una manera importante, pero se contrarresta con agua previamente, durante y después de la implosión” y señaló que respecto a los vecinos de la zona “hay un equipo que está acompañando todo el proceso en relación con los riesgos, a algunos levantamientos de los edificios en el entorno para unas actas de vecindad, saber qué está pasando, se acompañará con un equipo a las personas de los entornos inmediatos, hay una persona que está dando recomendaciones en torno a las mascotas, es decir, hay una estrategia completa para acompañar a la universidad y al entorno inmediato, a su comunidad más cercana, para que los impactos por este proceso sean lo menos posible”.

Pero algunas personas que interactúan cotidianamente en cuadras aledañas a la institución no se dieron por enteradas.

En medio de la polvareda, buscando dónde cubrirse, estaba María Leonor Martínez. Ella, trabajadora de un restaurante de comidas rápidas de la avenida Nutibara, manifestó que “la verdad, yo no sabía absolutamente nada. Yo trabajo aquí, pero no sabía nada y ahorita que vi eso pensé que sería algo más rápido. Me parece que debieron avisarle más a la comunidad porque esto nos puede enfermar, y por lo menos yo, que paso por aquí todos los días, no sabía. Faltó más comunicación a la comunidad para estar prevenidos. Incluso vamos a llegar tarde a nuestras casas o nuestros trabajos. Hubo mucha falta de comunicación porque no es algo pasajero, no es algo así como así, es algo que nos afecta muchísimo”.

En una situación similar se encontraba Óscar David Fernández, repartidor en un local de pollo frito de la zona. Para él, hubo “mucho polvo para los motociclistas, nos está afectando los ojos. Yo trabajo aquí abajito y veo que esto puede generar accidentes aquí en las vías”.

Por otra parte, para algunos de quienes observaron la demolición el proceso fue sencillo: “Fue algo muy rápido. Realmente no se vio una detonación mayor, esperábamos más”, señaló Juan Camilo Agudelo, quien, aunque no vive en Laureles, admitió que asistió a observar “por curiosidad”.

Lo cierto es que 5 minutos después de la detonación, el polvo ya se había asentado, puesto que “es un material muy pesado que cae muy rápidamente al suelo”, según explicó el ingeniero Bernal.

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La empresa contratada para ejecutar la implosión fue Atila Demoliciones. Su gerente y propietario, Rogelio Gómez, dio un parte de normalidad al finalizar la operación y aseguró que “no hay daños en el vecindario y el edificio quedó lo suficientemente fragmentado para que entren las volquetas y retiren el escombro”.

La Universidad, por su parte, aclaró que la demolición sí fue previamente socializada con la comunidad, no solo levantando las firmas de los notificados en las actas vecinales, también entregando un folleto de recomendaciones y tomando fotos de cada predio visitado por el Dagrd y la empresa Rizco, encargados del proceso, que abarcó un perímetro de 100 metros, entre las transversales 39A y 39B.

En el espacio donde estaba el bloque 11 se construirán dos edificios. El primero será de 7 pisos y albergará 71 aulas y oficinas en un área de 12.665 m2, mientras que el segundo será un centro de eventos que tendrá un salón para 870 personas que podrá dividirse. Es importante recalcar que estas edificaciones serán sometidos a procesos para alcanzar la certificación LEED, lo que los catalogaría como edificios amigables con el medio ambiente.

Por Sergio Andrés Correa
sergioco@gente.com.co

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