
La revolución de las crespas
Las melenas rizadas, al natural, son tendencia luego de haber sido estigmatizadas. Ahora hay colectivos que las defienden.
En la adolescencia Yesenia Mosquera no veía la hora de cumplir 15 años para que le dieran su tan anhelado regalo: el aliset. Tener el cabello crespo era sinónimo de pobreza. Creció con la idea de que necesitaba aplacarlo, eso para ella “era prácticamente tocar el cielo”. Sin embargo, su deseo se vio frustrado. Nadie se lo regaló.
Desde pequeña, la única mujer (aparte de su mamá) de una familia chocoana en la que habían 6 hombres, se sentía “pelimaldita”. Su responsabilidad, por vivir en Medellín, siempre fue hacer lo que estuviera a su alcance para parecerse un poquito al estereotipo de belleza paisa.
Y a los 16 años cumplió su sueño. Una amiga le alisó el cabello con una preparación casera. Le quedó largo, brillante y sedoso. Estaba feliz. Pero al día siguiente, el cuento fue otro, su cabeza estaba llena de ampollas. Valía la pena, “el que quiere marrones, aguanta tirones”, su melena era igualita a la que aparecía en la televisión.
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“Cada mes tenía que sufrir para ser bonita”, y así pasaron más de 15 años, entre químicos y extensiones. “Lo que fuera, con tal de ocultar el cabello”. No importaba que su esposo le repitiera una y otra vez que precisamente esa característica física, que ella odiaba tanto, expresaba identidad y cultura.
Sin embargo en 2016, después de muchas lágrimas, afrontar un proceso autoaceptación y someter su melena a una transición, lavó su cabello, sintió su textura y lo definió. Investigó todo sobre los distintos tipos de cabello, aprendió a hacer mascarillas y tónicos, a manejar los crespos y, sobre todo, a amarse.
De esa experiencia nació Afrowoman, un espacio en el que lo de menos es definir rizos, Yesenia empodera a quienes han vivido situaciones similares a la suya, a esas a quienes la sociedad las ha hecho avergonzarse de su cabello. Lo que quiere su movimiento es que las mujeres abracen sus raíces y las identifiquen como buenas, no como malditas.
De acuerdo con la psicóloga Isabel González, estos imaginarios se remontan en la época colonial, por ese afán parecernos más a lo blanco, a lo europeo. “Al terminar la esclavitud, la figura de la mujer negra se vio obligada a cumplir esos estándares de belleza para encajar en esa sociedad en la que las mujeres eran rubias, de pelo liso y ojos claros”.
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Asimismo, para explicar por qué muchas personas alisan su cabello, Isabel asegura que, para sobrevivir, el hombre siempre ha necesitado del otro, “así que nos adaptamos a las reglas del lugar en el que estamos. En la antigüedad el que no cumpliera con esas reglas era segregado y eso significaba morir. Con la evolución eso se fue quedando en el inconsciente, y por eso siempre apelamos a lo que dice la manada, aunque toque sacrificar la autoestima”.
Dichos parámetros estéticos son promovidos por la publicidad y ese auge de peluquerías y salones de belleza, que representan el segundo y tercer negocio más común en Colombia. Según el censo de Infocomercio, realizado por Servinformación en 2017, en el país hay 22.661 establecimientos de estos en funcionamiento.
“El reto es para los padres. Ellos tienen la labor de lograr que sus hijos desde pequeños se sientan orgullosos de quienes son, enseñarles a querer su cabello y a tener una apropiación de su cultura y su ancestralidad, para que esas estrategias de presión publicitaria no los permee. Hay que hablarles con amor y nunca criticar su aspecto físico, al contrario, hay que cuidar el lenguaje”, dice la profesional.
Pero Yesenia no es la única que tiene el interés de reivindicar los crespos. En Antioquia, y en todo el mundo, hay diferentes colectivos y activistas preocupados por defender este tipo de cabello. Como La Despeluquería, un club rizos al que pertenece Tatiana Flórez. Gracias a este espacio, ella encontró un montón de trucos y tips para cuidar su cabello. Ahora, junto a Alejandra León, su creadora, “brinda asesorías y enseña a otras mujeres a amar sus crespos, a liberarlos”.
Por Sergio Andrés Correa
sergioco@gente.com.co