
Conozca los caminos ancestrales de Envigado
Recorrimos un tramo de los caminos y senderos ancestrales de Envigado. Y usted ¿ya conoce la riqueza que sigue trazando nuestra historia?
Y pensar que por donde subimos aquella mañana lo hicieron también indígenas y colonos desde hace unos 160 años. Que por esas sendas de piedra dio sus primeros pasos nuestra historia económica y comercial… Y pensar que las pruebas de esto se remiten a 1857, pero que pudo haber sido mucho antes.
Los caminos y senderos ancestrales de la zona rural de nuestro municipio son piezas valiosas del tesoro que a muchos nos falta descubrir. Por fortuna el trabajo ya está hecho. Manos expertas los han limpiado y habilitado, dejándonos la simple tarea de reconocerlos, apreciarlos y conservarlos. En Gente recorrimos con estos profesionales solo una parte de los 10 primeros km rescatados (de un circuito que podría llegar a los 60 km) y queremos compartir con nuestros lectores la magia que se vive al transitar antiguas vías de un Envigado apetecido desde siempre por su riqueza natural.
Sal, cacao, caña y cabuya
El Salado (en la vereda El Vallano) es literalmente tierra de sal. Allá fue nuestro recorrido, más adelante de las trucheras que hoy se ubican arriba del parque ecoturístico que lleva el nombre del sector. Este último precisamente, mucho, pero mucho tiempo antes de convertirse en 17 hectáreas de reserva y destino recreativo (siendo exactos, hasta mediados del siglo pasado), fue una finca procesadora del cacao que traían nuestros ancestros desde El Retiro. El producto que de ahí salía a comercializarse en ciudades vecinas —y en la Nacional de Chocolates— le dio el nombre a la casa que antecedió el parque El Salado, pero que hoy conserva el estacionamiento del lugar: La Chocolatería.
Lo de la sal, por su parte, viene de los ojos de esta sustancia (nacimientos y charcos concentrados) que los antepasados supieron aprovechar para el trueque y para la conservación de alimentos, puesto que secaban grandes cantidades de agua y con los restos con sal empapaban y envolvían en papel la carne que vendían en mercados.
Esto nos lo contaron Nora Elena Moreno, Adolfo León García y José David Tabares, de la Oficina de Gestión del Riesgo, quienes, apoyados en los estudios rigurosos del antropólogo Gustavo Santos, han recorrido y recuperado con su equipo de trabajo kilómetros de viejos caminos.
Los 3, expertos en gestión, sociología y medio ambiente, tienen clara la importancia de estas sendas prehispánicas que no solo llegaban a El Retiro (el recorrido a pie entre estos 2 municipios podía llevarse 6 horas), sino que conectaban Envigado con El Socorro, Manizales y Bogotá (eran como la autopista Medellín-Bogotá de la época). Relevancia que no es otra más que la necesidad de recuperar parte de nuestra identidad y origen.
Ellos comenzaron su descubrimiento en 2015 (aunque Santos se les había adelantado un poco) y al destapar trecho y piedra encontraron que, pese a los siglos, algunos trayectos conservan sistemas de drenaje con cunetas y otros tienen canalones (caminos profundos que se marcaron por el paso de las mulas y el agua, que se han ido cerrando solos o que la gente los está llenando con tierra).
El que nosotros subimos nos lo dejó ver. Ese se denomina Camino Real La Ayurá y va de las actuales trucheras de El Salado a las cuevas de El Higuerón. Lo recorrimos con Nora Moreno (es la socióloga ambientalista del grupo) y ni los letreros de ‘prohibido el paso’ que han ido instalando algunos propietarios de tierras lograron frenarnos, era imposible no seguir. De hecho, Nora lo encontró un poco desigual y esto la alegró: “El camino ya no está tan parejo como cuando fue descubierto y limpiado; el clima y el paso de las personas lo han ido equilibrando, adecuando y él ha ido retomando sus formas”, fue lo que mencionó mientras nos mostraba algunas escorrentías (pequeñas corrientes de agua que se salen del terreno en busca de una fuente mayor —en este caso, las quebradas envigadeñas— sin dañar la vía ancestral).
Actualmente hay limpios unos 10 kilómetros de caminos de los casi 60 que habría en total en nuestro municipio.
Vimos los mencionados canalones que nos dejaron marcados las mulas de indígenas y luego de españoles y, aunque no fue el caso de nuestra visita y no fuimos testigos, supimos que en estos trayectos se han hallado campamentos de arrieros y colonos; incluso se encontró una casa de cerca de un siglo y medio de antigüedad y hay documentos de esa época que registran manejos de dinero de los propietarios de los caminos para su mantenimiento.
—Una pausa necesaria para mencionar que cuando hablamos de indígenas no son precisas las comunidades que ocuparon nuestro municipio en esta zona; aunque las investigaciones avanzan, todavía no hay certeza de cuáles fueron—.
Comercio dará vía al turismo
Hay caminos que no deberían tener fin. El de la recuperación de una riqueza ancestral en uno de ellos. Por eso, adicional a la intención de los gestores de rescatar los senderos que marcaron nuestra historia para que los locales la sintamos más propia, está la de presumir esta joya ante los demás.
Estas vías antiguas hoy son parte del proyecto ‘Espacios vivos para el turismo’, de la línea 5 del Plan de Desarrollo de la ciudad, ‘Envigado, territorio turístico’, que comparten las secretarías de Obras Públicas (ver recuadro) y Desarrollo Económico. Esto, con el fin de que la anterior actividad económica y comercial de los caminos le abran paso a un turismo responsable y respetuoso, uno que conserve su magia y esencia.
La idea, en la que se trabaja desde ya para un futuro cercano, es recuperarlos con caminatas y recorridos guiados en los que participaría cierto número de personas. No serían grandes grupos, no se pueden arriesgar estos territorios que narran nuestra historia. Aunque entren a formar parte del turismo local, el objetivo no es explotarlos, “porque nos volveríamos depredadores, se trata de conocer, admirar y disfrutar. Reconocer que fueron nuestros antepasados los que los formaron… las nuevas civilizaciones hemos olvidado las ancestrales, y ya es urgente recuperar”, sentenció Moreno sin dejar de caminar.
Por Luisa Fernanda Angel G.
luisaan@gente.com.co