Vida de barrio, ¡eso es vivir en El Trianón!

Vida de barrio, ¡eso es vivir en El Trianón!

Conozca la historia de barrio que nació aproximadamente hace 43 años, el mismo tiempo que lleva don Leonel Ramírez en una de sus tradicionales casas.

En la manga que por años fue su paseadero, en la que armaba plan de olla con sus hermanos o amigos, entre árboles y lagunas, y en la que alguna vez caminando vio que se levantaba una edificación y dijo: “Quién podría venirse a vivir a este destierro”. En esa precisamente fue en la que construyó su hogar y de esa manga —poblada ya hace más de 40 años— no hay quién lo mueva. No hay quién le haga cambiar la tranquilidad y el placer de disfrutar una verdadera vida de barrio a don Leonel Ramírez, vecino de siempre de El Trianón, el mismo que en 1974 tuvo la ventaja de elegir de segundo (entre 17 ‘contrincantes’) su vivienda, cuando el Instituto de Crédito Territorial repartió 1000 solicitudes.

Escogió la séptima del lado par de la calle 46D sur con carrera 39 y se acomodó a sus anchas con su esposa, doña Inés Hoyos, y 2 de sus 3 hijos; el tercero nació allí. Desde el primer día el barrio se mostró amable con los suyos y a él, por lo menos, le regalaba esa paz que tanto disfrutó en su niñez cuando vivía en Pueblorrico, el municipio antioqueño donde don Leonel nació.

Tenía unos 10 años cuando se vino al Valle de Aburrá con sus papás y sus 12 hermanos. Barbosa los recibió y los acogió por casi 4 años, el turno después fue para Sabaneta y en menos de 1 año eligieron a Envigado como su nuevo vividero, el de siempre en realidad. Se instalaron en El Dorado. Él ya tenía poco más de 14 años y decidió independizarse, trabajó fuertemente y prestó el servicio militar.

Sin embargo, no se alejó del todo de Envigado ni de su familia ni de sus amistades, especialmente de la ya mencionada Inés, hija de una pareja fundadora de El Dorado, a quien conoció en esas tardes de amigos y con quien cambió su estilo de ser ‘amiguero’ para pasar a tener una novia. Relación que duró 2 años y que hoy es un matrimonio de 47 años.

Lo enganchó para siempre
La pareja Ramírez Hoyos vivió 5 años en el barrio que los unió. Nacieron su hija (hoy, de 45 años), el segundo (de 42) y de ahí pasaron al proyecto que eligió a muy buen tiempo don Leonel. Esa casa era parte de la tercera etapa de El Trianón, pero las 3 fases se construyeron casi que al mismo tiempo. Él y su familia fueron testigos del cambio, la manga se edificó y, aun así, ellos se vieron beneficiados. Como si se tratara de un premio por su amor al campo, la casa de don Leonel cuenta con 2 entradas: una que da al vecindario tradicional y otra que lo deja a unos 7 pasos del reconocido humedal que lleva el nombre del barrio. En ese recurso natural ha cultivado y cosechado guayabas, naranjas y aguacates, además de haber sembrado plantas y flores.

Antes de saber qué se escondía en esa zona verde del sector, el humedal de El Trianón ya había marcado de manera significativa a esta familia. En él vivieron la niñez los 3 hijos de Inés y Leonel, jugando en grandes piedras y subiendo a los árboles, y también fue la sede de varias de las noches de luna y las sancochadas que organizaban con amigos de la cuadra siendo jóvenes. Y es que, por el mismo hecho de desconocer que se trataba de un suelo húmedo, en este espacio había ganado y las vacas se encargaban de no dejar crecer el césped; por eso años atrás era ideal para jugar y pasar largas horas. No obstante, la menor de los 5 nietos de don Leonel hoy por hoy le sabe sacar jugo a punta de correteadas.

El mal rato no duró
En medio del recorrido mental que hace Ramírez recordando esos primeros días en este barrio que va de la carrera 40A a la 25 y de la calle 45A sur a la 48D sur, no puede faltar la época que de cierto modo le amargó ese buen vivir. Dice que fue, más o menos, entre 1985 y 1995 (como lo vivieron también otros barrios de Envigado y como sucedió en Medellín y Antioquia) cuando decenas de personas —conocidas y no— desaparecieron o murieron. Por ejemplo, al vecino barrio La Paz no se podía ir tranquilamente a bailar, casi que ni pasar por casualidad.

Lo bueno fue que el mal rato no duró tanto. Cuando pasó la etapa oscura El Trianón recuperó su esencia tradicional, la de los residentes de siempre, la del sector apacible, tranquilo, fresco (es muy arborizada esta zona de Envigado), la de donde todos se conocen y, si no, se regalan un saludo y una sonrisa.

A don Leonel algunos amigos de toda una vida le han preguntado luego de un buen rato sin verlos: “¿Todavía vivís allá?”, y al señor solo se le ocurre decirles: “Dónde más, ¡claro que sigo en el barrio de siempre… y lo que voy a vivir!”

“Esto por acá es muy tranquilo y eso es lo que más se necesita para vivir bueno. Ya criamos los hijos, ya uno se cuida solo y puede cerrar su ciclo”, agrega sentado en la comodidad de su casa. En este vecindario tiene sus apegos y formó un hogar, en su casa construyeron sus hijos (hacia arriba cada uno), en El Trianón lo conocen varios y lleva buenas relaciones: “No ofendo a nadie para que nadie me ofenda, soy de buen vivir y por eso me veo acá por el resto de mis días”.

Lo escuché todo el tiempo, salí, recorrí su barrio y simplemente le creí. Qué gran lugar el que eligió para él y los suyos.

Por Luisa Fernanda Angel G.
luisaan@gente.com.co

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