“Ser silletero es un orgullo”

Para adornar su silleta, Tobías usa las flores de su cultivo y algunas veces va al monte a buscar las más tradicionales.

“Ser silletero es un orgullo”

La familia Londoño Atehortúa nos abrió las puertas de su casa y su cultivo de flores en el corregimiento de Santa Elena. Conózcalos.

En la década de los 50, Manuel Efraín Londoño, más conocido como don Candelario, y su esposa, Encarnación Atehortúa, doña Chon, bajaban a Medellín desde Santa Elena a vender las hortensias, las clavelinas, los agapantos, los gladiolos y los cartuchos que cargaban a sus espaldas. El camino duraba casi 5 horas a pie. Ese viaje lo hacían sábados y domingos, salían de su finca a la 1:00 a. m. para poder devolverse a las 2:00 p. m.. En ese tiempo, según cuentan, el comercio era difícil, por eso cuando alguien les compraba un ramo no había mayor felicidad. Sin embargo, la situación se hizo menos tensa con el inicio del desfile que les permitió mostrar y enaltecer su labor, la misma que han transmitido de generación en generación. Sus 10 hijos nacieron y se criaron entre pétalos.

Para adornar su silleta, Tobías usa las flores de su cultivo y algunas veces va al monte a buscar las más tradicionales.

Para adornar su silleta, Tobías usa las flores de su cultivo y algunas veces va al monte a buscar las más tradicionales.

Hoy en día, doña Chon, además de flores, siembra sus propias plantas aromáticas. Eso y la tranquilidad del campo es lo que a sus 89 años de edad la mantienen tan vigorosa. Su memoria envidiable. Cada palabra que pronuncia le sale tan natural y fluida, que, de repente, sin preguntarle, asegura que el amor que la unió a don Candelario hace más de 7 décadas sigue intacto. Él, más callado y de 95 años, es su “viejito hermoso”.

Sobre el comienzo del Desfile de Silleteros, del que ellos son los pioneros más longevos, ambos recuerdan que todo comenzó gracias a los señores Efraín Botero y David Sánchez, quienes consideraron que el arribo de las silletas de flores a la Plaza de Cisneros era un evento digno de ser admirado por toda la ciudad.

Empezaron desfilando menos de 20 campesinos. En 1957 no había muchas personas mirándolos, pero quienes lo hacían estaban maravillados. Desde entonces, este par de esposos no falta al día más importante de la Feria de las Flores. Ya no lo hacen caminando por las calles dando vueltas para que todos observen sus silletas, sino como un par de reyes, montados en una carroza con un ramillete en la mano.

Una herencia que nunca acaba

En la Feria de Flores 2017 don Candelario y doña Chon son homenajeados por ser pioneros.

En la Feria de Flores 2017 don Candelario y doña Chon son homenajeados por ser pioneros.

Tobías Londoño Atehortúa, de 70 años de edad, hijo de doña Chon y Candelario, comienza hacer su silleta el domingo por la tarde, antes del desfile, que es el lunes a las 2:00 p. m. Ese día su finca ubicada en la vereda El Porvenir, sector el Sagrado Corazón, se llena de visitantes que van curiosos a mirar cómo es que este hombre mete más de 25 variedades de flores en una misma creación.
Ya son más de 50 años los que Tobías lleva participando en el Desfile de Silleteros. Comenzó porque se le contagió la alegría de sus padres. Quería ser aplaudido por el público, porque esa, asegura, es la mayor recompensa. “Ser silletero es un orgullo, por eso me dediqué a observar y de un día para otro hice la mía. Ese era mi sueño, ver el agradecimiento de la multitud, pues lo que más me atrae de esta actividad es el amor que nos demuestra la gente al vernos cargando toda esa tradición vestidos de traje típico: alpargatas, ruana, carriel, cubierta, paruma y sombrero antioqueño”.

Ahora Tobías elabora su silleta en compañía de sus 2 nietas, de 13 y 9 años. Valeria Vargas, la mayor, sale a desfilar con él, pues su abuelo es su ejemplo. De hecho hace 2 años la adolescente se ganó el quinto puesto en el certamen.

Este floricultor cuenta hacer una silleta es muy fácil, pues como las que ellos crean son tradicionales, “lo primero que hacemos es el esqueleto. Luego, un día antes del desfile, nos ponemos manos a la obra. Iniciamos poniendo las flores que se usaban en ese tiempo, lo que eran los pompones, el botón de oro, las pascuitas, la siempreviva, los agapantos, los gladiolos o las chispas. Mi silleta pesa más o menos 40 kilos y le voy agregando las flores de acuerdo a mi gusto, que yo sienta que está quedando bien bonita”.

Es así como 60 años después de que sus padres mostraran su trabajo por las calles de Medellín, Tobías, su nieta y otros 500 silleteros bajarán de Santa Elena el próximo 7 de agosto para adornar la ciudad con su destreza, creatividad y tradición, esa que muy seguramente todos estos campesinos aprendieron de sus padres, abuelos y bisabuelos. ¡Qué hermosa herencia!

Por Dafna Vásquez
Dafnav@gente.com.co

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