Hamid Benayache, el cocinero que visita su casa

Hace casi 3 años, en unas vacaciones que pasó en Costa Rica, Hamid Benayache recibió varias recomendaciones de hacer un viaje a Colombia; un destino que no tenía contemplado dentro del plan de conocer un país de América Latina cada año hasta encontrar el indicado para echar raíces. Esa, recuerda, fue la razón por la que al año siguiente, ya en septiembre de 2014, aterrizó en Medellín con la expectativa de recorrerla durante 15 días para luego partir hacia Cartagena.

“Llegué en la noche y pude ver todas esas luces que salían de las montañas. Con eso me enamoré enseguida de este lugar”, narra con simpatía, y agrega que el clima y la amabilidad de las personas reforzaron la alegría de la primera impresión. De hecho, fue tanta la conexión que tuvo con nuestras calles, que al conocer la Ciudad Amurallada sintió deseos de regresar, no porque no hubiera disfrutado de su estadía allí, sino porque el instinto le indicaba que Medellín era lo que estaba buscando.

Esa idea la empacó en la maleta para no olvidarla cuando regresara a Francia, el país en el que pasó la infancia, la adolescencia y un poco de la etapa profesional, porque cuando se graduó como chef empezó a alejarse de allí mientras llenaba de sellos su pasaporte. “Cuando recibí mis títulos de Profesional de Estudios con especialización en Cocina y Bachiller Profesional de Hostelería empecé mi carrera trabajando durante las temporadas altas en países como Suiza y España. Es algo que hacen muchos cocineros, para conocer y aprender de otras culturas”.

Fue en España precisamente donde balbuceó sus primeras palabras en nuestro idioma, “porque nunca, hasta ese momento, había aprendido una palabra en español, por eso cuando me hablaban me parecía que estaban cantando”, confiesa entre risas.

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Agrega que en ese país, donde trabajó por 3 años en un hotel al lado del Mediterráneo, conoció a muchas personas de origen latino, lo que le permitió sentir los primeros deseos de cruzar el Atlántico. “Escuché historias sobre Perú, Ecuador, Brasil, Argentina, Venezuela… pero nunca nada de Colombia”, cuenta, y agrega que al terminar su ciclo en España se fue para Malta, donde pasó un año trabajando en el único restaurante francés de la isla.

Lo que hizo luego fue regresar a Francia para estar cerca de su papá y su hermano, “pero después de 3 o 4 años sentía que me faltaba algo”, explica, “porque ya no estaba trabajando en temporadas altas, sino en un restaurante donde no había presión ni movimiento”. Fue cuando resolvió conocer de primera mano, cada año durante las vacaciones, todo lo que había oído sobre Latinoamérica, mientras pensaba que con suerte iba a encontrar el sitio que lo hiciera sentir a gusto.

Ese sentimiento fue justamente el que le regaló Medellín, por eso al acabar sus vacaciones y volver a Francia ahorró, vendió sus cosas y un año después, en septiembre de 2015, llegó para quedarse. Aquí, dice emocionado, espera el momento en el que pueda montar su propio hotel y restaurante, mientras cocina platos franceses a domicilio y vende trufas de chocolate; ideas de negocio que puso en marcha apenas se acomodó, y con las que empieza a tener visibilidad entre los amantes de la gastronomía.

Por Laura Villamil.