Fabián Correa encontró la magia del papel en el origami

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Fabián Correa encontró la magia del papel en el origami

En el mejor de los sentidos, la frase “lo que no sabe se lo inventa” se acerca mucho a la forma de ser de Fabián Correa, un diseñador gráfico que utiliza la curiosidad y la recursividad como las materias primas de su trabajo y sus pasiones. Y esto justamente es algo que sobresale cuando habla de Agua Papel, una fábrica de papel artesanal que en sus inicios, en 2007, fue solo una idea para solucionar las dificultades que tenía con el origami, el arte que se instaló en su vida desde que tenía 10 años.

“El papel que utilizaba se rompía muy fácil o se desteñía, porque la industria nacional no me ofrecía la calidad, las texturas ni los colores que se necesitan para hacer una buena figura”, recuerda él, y agrega que con eso en mente decidió investigar sobre el proceso de elaboración de este insumo —que en su concepto es uno de los mejores inventos de la humanidad—, para aprender a hacerlo y, por ende, para mejorar sus figuras.

Cuando ya tuvo la información suficiente, hizo su primer experimento, y en sus palabras “todo fue desastroso, por eso dije que no iba a intentarlo de nuevo”. Sin embargo, una semana después ya había recobrado el entusiasmo para descubrir cómo hacer el papel ideal, “y con ese impulso insistí la segunda vez. Ahí sí todo me salió muy bien. Desde ese momento empecé a perfeccionar el proceso y a hacer figuras de mayor calidad”.

Por un tiempo esta actividad siguió su curso sin mayores pretensiones, “hasta que una vez fui a un encuentro que organizan cada año para los apasionados del origami y llevé unas hojitas que hice para mostrar”, cuenta, y continúa diciendo que en cuestión de media hora las vendió todas por petición de los asistentes. Al año siguiente, para el mismo evento, Fabián ofreció algunos de sus papeles, “y otra vez se me fueron todos en menos de una hora… Ahí fue que me di cuenta de que la gente realmente estaba interesada en el producto por la calidad y el buen precio”.

Con ese descubrimiento no desperdició la oportunidad en los siguientes encuentros, pues incluso hizo que varios ponentes internacionales se enamoraran de su iniciativa. “Llevaron de Estados Unidos, Costa Rica, India, Canadá y hasta Francia”, asegura, y revela que en el último ha mantenido el contacto con un comerciante que le hace pedidos cada año. De hecho, fue ese mismo cliente el detonante de una dificultad, “porque la primera vez que le iba a enviar un encargo se me dañó el papel. Fue algo muy importante porque me hizo devolverme paso por paso en el proceso de fabricación hasta descubrir cuál era el problema. Terminé mandándole todo un año después, pero quedó muy satisfecho”.

El reconocimiento que se ganó dentro el nicho de los amantes del orimagi no solo hizo que muchas personas llegaran a su papel, sino que le implicó adaptar un taller para estandarizar la elaboración del material. “En eso me ayudó mi papá, quien se inventó y construyó una máquina muy importante para este trabajo… Poco a poco y sin asesoría de nadie aprendí lo que necesitaba”, asegura, y añade que hoy por hoy pocas fábricas producen lo que él ha desarrollado a punta de creatividad, como los papeles de semillas de margarita y manzanilla (puede sembrarse para que las plantas broten), de fibras de banano, de algodón y de fibras de bluyín.

Por Laura Villamil.
gente@gente.com.co

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Fecha

Enero 29, 2016

Categoría

Emprendedores, Gente

Tags

creativo, diseñador, emprendedor, envigado, hombre, innovador, joven, origamista, soñador