“Uno debería pagar para ser merecedor de este oficio”

entrevista a luis alberto arango de la libreria palinuro de medellín

“Uno debería pagar para ser merecedor de este oficio”

Hace más de 1 año la Librería Palinuro está en nuestra comuna. Luis Alberto nos cuenta sobre él y su afición.

Palinuro huele a café caliente y a hojas de papel amarillas. Huele al sueño de 4 amigos que en medio de tragos y tertulias literarias fantaseaba con tener una librería de libros leídos. Ese deseo se les hizo realidad hace 14 años y aún, entre las tantas reliquias, se pasea el librero, don Luis Alberto Arango, un hombre impecable y sonriente.

Capaz de escuchar, pero también de ir por ahí repartiendo su doctrina: “Al librero lo ronda el enigma; a veces no sabe quién es su próximo cliente y, otras, lo intuye en la dirección de su mirada (…). Así como se dice que al escritor lo salva un solo lector, no importa dónde ni en qué tiempo, así al librero lo justifica una buena recomendación”, lee con entonado acento de uno de los escritos que su hija Juliana le convirtió en libro.

Don Luis no nació con un par de manuscritos en la mano. No. Su interés por las letras se originó en la niñez y maduró en la adolescencia. Quizá los relatos orales de Los hermanos Karamazov, la última novela del escritor ruso Fiódor Dostoyevski, lo motivaron a leer. Aunque de formación es administrador de empresas, este hombre se crió con un grupo de jóvenes aficionados por el cine y la literatura. Precisamente eso a él también lo trasnocha.

“Ahí fue que tuve contacto directo con los libros. Éramos clientes fieles de la Librería Aguirre, en Maracaibo. Aurita López nos los fiaba y cada uno comenzó a armar su propia biblioteca. Además, todos los domingos bajábamos al Parque Bolívar a comprar varios periódicos del país y nos íbamos al Salón Versalles a leer la prensa”, cuenta y recuerda que en esa época Alberto Aguirre ya dirigía el Cine Club de Medellín, un espacio de encuentro intelectual.

Entre vinos y aguardientes, hace más de 15 años, a su gran amigo Elkin Obregón, caricaturista y seleccionador de cuentos, se le despertó una obsesión: “Yo quiero una librería de viejo, pero que la maneje el Maraquero”, sobrenombre que se ganó don Luis al imitar a los músicos de un trío. Sergio Valencia, humorista, y Héctor Abad Faciolince, escritor y columnista, “le pararon la caña”.

Todos dieron el sí. Abrieron una modesta librería en la carrera Córdoba, entre Perú y Caracas. Por suerte, en ese entonces, don Luis trabajaba como independiente. Se metió de lleno y empezó a reconocer el primer arrume de textos que llegó desde Bogotá. Cuando menos pensó se tuvo que convertir en el librero. No estudió. El mismo oficio le fue enseñando.

De los casi 7000 libros que hay en el inventario, este hombre tiene de todos una información general. Solo lee lo que siempre ha querido leer. Lo hace despacio, se devuelve entre párrafo y párrafo. Tiene un vicio: repasa 6 o 7 libros al tiempo. Los va despachando según su estado de ánimo. Cada año finaliza unos 20.

“Un librero es un acólito de diario que asesora a la gente y se pone contento cuando el cliente que llegó encontró lo que estaba buscando, porque justo ahí pudo salvar una vida. Eso me hace muy feliz”, concluye don Luis sentado en una silla, mientras suena música clásica de fondo en un lugar del barrio Estadio que, desde 2016, les devolvió los lectores que alguna vez se alejaron.

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Fecha

Octubre 6, 2017

Categoría

Gente, Laureles, Vecinos

Tags

Cultura, El Estadio, Libreria, Librero, Libros, Palinuro