Tienen un laboratorio para aprender a ser papás

Tienen un laboratorio para aprender a ser papás

Tienen un laboratorio para aprender a ser papás

Aunque dicen que a criar no se enseña, estos vecinos comparten en redes sociales y talleres la metodología con la que educan a sus hijos.

Cuando Manuela, de 5 años, botó accidentalmente uno de sus zapatos por la ventanilla del transporte escolar supo que debía encontrar una solución. Se le ocurrieron 2 alternativas: salir a buscarlo en el camino o que en casa le compraran otro par.

Sin embargo, sus padres le explicaron que ya era muy tarde para caminar por la calle y que el dinero destinado para esos gastos se había utilizado a principio de año. El único recurso que le quedaba a la pequeña era conseguir la plata por sus propios medios.

La niña corrió adonde Marina, la encargada del aseo del edificio, y le pidió que la contratara. Después de limpiar las hojas del parqueadero recibió su pago. Compró unos tenis nuevos y le regaló una pista de carros a Juan Sebastián, su hermano de 3 años.

Esa fue la forma que encontraron Johana Ríos y Alejandro Vélez “para que aprenda a valorar las cosas, a cuidarlas y a entender que todo en la vida cuesta… Sin gritos ni regaños, porque finalmente eso que pasó es cuestión de niños y hay que entenderlo”.

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Justamente ese tipo de historias son las que estos vecinos comparten en Laboratorio de mi Familia, un espacio de Facebook e Instagram en el que publican sus experiencias de la vida de pareja y la crianza de los hijos, que, si bien “no tiene reglas ni fórmulas absolutas, se trata de ensayar y aprender“.

Este par de ingenieros, él administrativo y ella industrial, fueron compañeros de trabajo, hasta que en 2010, gracias a un acercamiento espiritual en medios de formación de virtudes y catecismo, se hicieron novios; 2 años después se casaron.

Cuando comenzaron su hogar tenían claro que iban a vivir un matrimonio abierto a la vida, sin utilizar métodos anticonceptivos, y el guía de su familia sería Dios.

Nacieron Manuela, Juan Sebastián y Federico (hoy esperan a Gabriel). El reto de formar bien a sus pequeños se hizo cada vez mayor, por eso en 2014 se fueron a la Universidad de Navarra (España) para hacer un curso de Matrimonio y otro de Educación y Familia. Querían fortalecer su relación de pareja y su rol como padres. También se certificaron para enseñar disciplina positiva, que es el enfoque que ellos le dan a la educación de sus hijos, una metodología basada en el respeto y la amabilidad.

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“El propósito es educar a raíz del ejemplo y de empoderarlos a ellos para que tengan virtudes y habilidades para la vida. Es una educación progresiva, que también los invita a tomar buenas decisiones”, dice Johana, mientras que Alejandro asegura que esta metodología es equilibrada, cero permisiva y de mano firme, pero de manera respetuosa. “En los talleres que dicta mi esposa da herramientas que sirven, dependiendo de la situación y del hijo, porque no con todos funciona igual”.

Asimismo, algunos consejos que dan estos vecinos de 34 años, para tener un hogar funcional, son “fortalecerse como pareja, estrechar las relaciones con Dios, entender que son niños, darles buen ejemplo y dedicarles tiempo de calidad”.

Aunque por ahí dicen que no existen un manual que enseñe cómo ser padres, es necesario prepararse, por eso la experiencia propia dio lugar al Laboratorio de mi Familia y en 2016 se animaron a compartir con el público las soluciones que les han funcionado, para que otros papás las apliquen.

“Esto es de prueba, ensayo y error. No podemos negar que a veces el laboratorio estalla, mientras que otras ‘mezclas químicas’ ni siquiera reaccionan, así que con paciencia y mucho amor volvemos a empezar desde el principio para encontrar la fórmula perfecta”.

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Por Dafna Vásquez
dafnav@gente.com.co

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