El sector de Arrabal no quiere quedar en el olvido

El sector de Arrabal no quiere quedar en el olvido

El sector de Arrabal no quiere quedar en el olvido

En compañía de sus habitantes, Gente recorrió las calles de este sector de Medellín. Los vecinos temen que el barrio desaparezca y su historia quede olvidada.

Por allá en los años 30 del siglo pasado, cuando la otra banda del río Medellín apenas empezaba a poblarse, el tango, el deporte y el trabajo le dieron forma a Arrabal, un sector hoy reducido a poco más de 4 manzanas, que la Alcaldía incluye dentro del barrio San Joaquín, aunque según afirman varios de sus habitantes, nunca se han sentido parte de él.

Y es que la identidad por su sector se nota en los vecinos con tan solo cruzar palabra. Muchos se aferran a los recuerdos de un caserío de vocación agrícola y obrera, a orillas de un río Medellín en el que “el agua era diáfana, cristalina, con un viso verde claro y en ella uno podía pescar todos los días, sobre todo sabaletas”, según recuerda Rodrigo Milán, lider comunitario y ex director ejecutivo de Cornaranjal, quien, aunque nació en la otra orilla del río, la del centro de la ciudad, a muy temprana edad cruzó el puente para quedarse.

Otra de las personas que habla de Arrabal con un halo de nostalgia es la excongresista Sonia Olaya de Abad, quien creció en el sector aunque hoy es vecina de Conquistadores y está dedicada a la academia. Desde ese rol, ha emprendido la redacción de una crónica que compila la memoria de los pobladores y que aspira publicar, pues “aunque la ciudad se transforma constantemente y el Plan Parcial de Naranjal y Arrabal puede terminar convirtiendo todas estas cuadras en edificios estrato 5, Arrabal y su historia se niegan a quedar en el olvido”.

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El trabajo literario, para el que la académica ha dedicado extensas jornadas de conversación con sus parientes y amigos de infancia, da cuenta de que “los obreros de Tejicondor decidieron asentarse en los terrenos contiguos a su lugar de trabajo. El dueño de todo ese territorio era un hacendado conocido como don Gelo”.

Cuentan los vecinos que antes de la llegada de la textilera, había a las afueras de la hacienda de don Gelo un café, de propiedad de Victor Gregory y de nombre Arrabal, donde habría estado Carlos Gardel en días previos a su muerte. Aunque no existen registros históricos que así lo documenten.

De ese café tomó su nombre el sector y de ahí nació también la devoción de sus pobladores por el tango, según narra la excongresista: “Los locales escuchaban noche tras noche al Zorzal Criollo, por quien profesaban una fidelidad inquebrantable, pues se consideraban los personajes vivientes de sus tangos (…) En este ambiente de devoción casi mística por Carlos Gardel, los habitantes del naciente poblado recibieron la noticia de un insólito accidente en el que chocaron 2 avionetas”.

La pasión por el deporte llegaría después, sobre los años 50, cuando Juan Antonio Córdoba y su hermano Sigifredo debutaron en la liga profesional de fútbol. Lo propio harían en la década del 70 Javier Tamayo (El Toro) y Rubén Darío Bedoya.

Las calles de Arrabal, hoy envueltas entre talleres de mecánica y locales de reciclaje, y de casas y habitantes, no quieren que en nombre del desarrollo se arrase su legado.

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Por Sergio Andrés Correa
sergioco@gente.com.co

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