La plaza de mercado de Envigado saca de apuros al que sea

La plaza de mercado de Envigado saca de apuros al que sea

La plaza de mercado de Envigado saca de apuros al que sea

Si todavía no ha paseado por los pasillos de la plaza de mercado de Envigado, se está perdiendo un muy buen plan. Visítela, disfrute su gente o simplemente desvárese.

Texturas, formas y olores de todos los colores y sabores. No es ilógica una frase así cuando desde la entrada se disfruta cada rincón de la plaza de mercado de Envigado: el punto de encuentro de muchos, el desvare de otros.

Los años no han podido con el edificio que desde hace unas 7 décadas, aproximadamente, abastece no solo de alimentos a los envigadeños, sino de cada detalle producto de cada necesidad diaria. Casi que es un ‘lo que no encuentra en este lugar no lo encuentra en otra parte’. Casi.

Hasta se encuentran amistades y se forman conversaciones. La plaza es el sitio que doña Rosalba Restrepo, vecina de Barrio Mesa, visita hasta 3 veces a la semana y lo hace desde hace unos 20 años. Allá es normal verla en la cafetería de don Alberto, luego de comprar alguna que otra cosita que le vaya haciendo falta del mercado: “Es donde me tomo el tinto y donde compro cositas para las matas. Aquí, en estas mesas, me amaño mucho y con los años he hecho amigos”.

Es el lugar al que llega todos los días a las 4:30 a. m. don Javier Hernando Carmona y lo hace con el mismo amor de cuando empezó, hace 47 años. Desde entonces trabaja como ‘todero’ y en todos los locales. Y es también la fuente de ingresos del hogar de don Humberto Rendón.

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El vecino del barrio San Rafael trabaja desde 1985 en la carnicería que compró con un compañero de su antiguo trabajo, pero este último se aburrió y don Humberto, como buen campesino trabajador (oriundo de Apía, Risaralda), ni corto ni perezoso le puso el pecho al local. Con él sacó adelante a su familia (hoy es viudo y tiene 1 hijo) y construyó su propia casa.

Ha vivido los diferentes momentos por los que ha pasado este rincón del centro envigadeño, y conserva intactos los recuerdos de esa época dorada en la que llegó. Había salido de una empresa que entró en concordato y lo recibió un local de carnes que con seguridad iba a prosperar. Cómo no hacerlo, si eran los años pujantes, “lamentablemente, relacionados con el narcotráfico. A la plaza iba mucha gente, se vendía por montones”.

Pero fue también la época difícil —quizás la más compleja— de este centro de abastos. Justo 3 años después de que Rendón tomara el negocio y lo empezara a hacer crecer se incendió un 30 % de la plaza, “dejando un retroceso de 20 años. Yo no me vi afectado directamente y lo que sí se vio fue mucha solidaridad para levantar a los 33 comerciantes afectados. Lo triste es que la reconstrucción ha sido, desde siempre, un proceso muy demorado”.

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Tan presente como el señor, tiene este recuerdo doña Rosalba. Tomando tinto con sus amigos todavía algunos ponen el tema en la cafetería de don Alberto. Y asimismo lo guarda en sus saberes Carlos Gaviria, historiador de la Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación, admirador también de este tipo de espacios.

Y entre los aspectos que más admira está su construcción republicana, “que le permite permanecer iluminada 100 % con luz natural“. La plaza, cuenta Gaviria, no se construyó toda, empezó por etapas y hoy se aprecia una remodelación en su estética exterior, pero nada más que “por búsqueda de rejuvenecimiento y para atraer clientes”.

Al igual que en el resto del país, al de Envigado “nació respondiendo a una ley nacional, que, por asuntos de salud pública, sacó a todas las plazas de los parques principales“, añade, destacando la importancia de “estos lugares que facilitaron no solamente que se tejiera una red comercial y social en torno a los núcleos urbanos con sus partes rurales, sino que también son vehículos que llevan y traen noticias y valoraciones del mercado. Por ejemplo, si en una plaza se vende mucho tomate debe sembrarse y cosecharse más tomate en la zona rural”.

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El historiador considera que esta central envigadeña “siempre ha sido el competidor directo de las grandes superficies que se han ido ubicando en la ciudad, pero ofrece algo que esas no: el trato humano, el ser el punto de contacto entre el Envigado histórico rural y el Envigado moderno urbano. En ella se encuentran productos que se vienen cultivando y comercializando desde hace 200 años. Si desapareciera, muchos de esos cultivos harían lo mismo, y con ellos las tradiciones a las que dan vida”.

Sobre esta postura el coordinador de los grupos de vigías de patrimonio, John Fabio Valderrama, opina que “el desarraigo cultural de las comunidades va haciendo que la gente pierda interés por estos sitios. Las cosas son patrimoniales no por una declaratoria, sino porque la comunidad las considera valiosas. A futuro habrá que pensarla no solo como punto de venta de productos, sino de actividades culturales (conversatorios, turismo, patrimonio)”.

Por Luisa Fernanda Angel
gente@gente.com.co

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