Diciembre en la buñuelería más famosa de Belén

Diciembre en la buñuelería más famosa de Belén

Diciembre en la buñuelería más famosa de Belén

Así es una tarde decembrina en la famosa buñuelería que lleva 42 años en el corazón del barrio Belén Granada.

A las 5:00 de la tarde del 7 de diciembre comienza a verse una hilera de personas que se paran sobre la carrera 75 con calle 30, a la espera de un turno para comprar buñuelos en La Especial. Desde afuera pueden oler y escuchar el movimiento de la buñuelería más famosa de Belén, que para esta época produce al ritmo de una fábrica, pero conserva el ambiente tradicional de tienda.

Muchos no saben que para los empleados de este local la jornada laboral comenzó desde las 2:00 de la mañana, hora en que abrieron las puertas del negocio y pusieron en marcha la maquinaria para un encargo matutino de 5000 buñuelos.

El aceite, el queso en las neveras, la harina, las bandejas impecables y todos los preparativos quedaron listos desde la noche anterior, porque si algo es importante para don José Alberto Granados, fundador de La Especial, es cuidar la calidad de sus productos. Con el mismo objetivo, para esta época también multiplica el número de trabajadores, que pasan de 7 a 40.

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Cercanas las 6:00 de la tarde la fila alcanza el tercer local de la cuadra, que también forma parte de La Especial. Al fondo de este salón se escucha el sonido de los cuchillos sobre la mesa de aluminio, donde 2 hombres pican cubos grandes de queso a toda velocidad.

Al frente, otro grupo de 4 se encarga de la masa, que sale lista de un par de máquinas mezcladoras que pueden producir cantidad suficiente para elaborar 1440 buñuelos. De allí pasa al aparato que maneja José Betancur, un empleado que lleva 19 años trabajando en La Especial, y aunque suele desempeñarse en las ventas, durante esta temporada está a cargo de la moldeadora.

Para Chucho, como le dicen, en esta parte lo más importante es “tener un grupo que se entienda bien”, porque de esa manera les rinde y dan abasto para tantos clientes. Claro que entrar en confianza no es tarea difícil para ellos, pues la mayoría son familiares o amigos de Amagá, el pueblo natal del dueño. De hecho los temporales llegaron desde comienzos del mes y duermen en la casa de don Alberto, que se encuentra justo al frente del negocio.

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En cuestión de minutos salen 11 bandejas con 72 unidades de buñuelos cada una, que se llevan en un carrito al siguiente cuarto. Allí se encuentra una de las freidoras, con capacidad para 80 buñuelos y otra reja en la que 2 empleadas atienden a los clientes que prefieren freírlos en casa.

En el último cuarto, donde está la zona de venta al público, se puede sentir el rasqueteo de las pinzas sobre las bandejas y el calor de otras 2 freidoras que duplican la capacidad de la primera. En una de ellas se encuentran Juan Morales, quien trabaja en La Especial desde hace 36 años, y Santiago Álvarez, que viene cada diciembre desde hace 8 años.

A ellos les toca una de las labores que cautivan a los clientes, porque son los encargados de mandar los buñuelos listos por una especie de tobogán donde los reciben otros empleados que están listos para empacar en cajas de a 30 y hasta 150.

Don Juan, que ha estado presente desde los inicios del negocio, dice que el secreto para que los buñuelos queden “sequitos” es la temperatura del aceite, pues, “si está muy frío, absorben mucha grasa, y si está muy caliente, quedan crudos por dentro”. Santiago, por su parte, cuenta que ya las quemaduras “son como caricias”.

Al propietario de La Especial, que comenzó vendiendo buñuelos en las calles del centro y de Campo Valdés, no deja de sorprenderle el movimiento de su negocio en estos días. Camina por cada uno de los cuartos vigilando la producción, contesta llamadas en su celular y conversa con clientes amigos que también se suman a las reglas de la jornada y hacen la fila para reclamar sus buñuelos.

Como José Pérez, un vecino de Laureles que desde hace 25 años asiste una vez por semana a la buñuelería. Esta vez se llevó 200 unidades para compartir la Noche de las Velitas con sus familiares y confiesa que lo que más le gusta de este lugar es que tiene un sabor muy estandarizado, que se mantiene en el tiempo. “Uno sabe a qué va, además aquí no le venden un buñuelo frío ni de hace un cuarto de hora, son frescos”.

Por Jessica Serna Sierra
jessicas@gente.com.co

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