Conozca los cultivos de abejas en Envigado

Conozca los cultivos de abejas en Envigado

Conozca los cultivos de abejas en Envigado

Tres fincas de Envigado cuentan con la fortuna de tener cultivos de abejas angelitas, y al cierre del año serán diez. Gente lo invita a saborear nuestra riqueza rural.

En las mieles del amor. Literalmente así está doña Noemí Palacio. Si hasta los ojos le brillan cuando habla de la traga que tiene desde diciembre por las abejas que viven en el ‘muñequero’ (como le llama) que les armó en su finca con 8 cajones con colmenas.

Reconoce que está en la etapa de la novia intensa. Todos los días, varias veces al día, va y les da vuelta. Ha ido aprendiendo a reconocer sus funciones y tiene muy claro cuáles son las flores que más las alimentan para que no les falten nunca, ni siquiera cuando los más fuertes aguaceros las tumban o deshojan.

Doña Noemí es una de las 3 envigadeñas de nuestra zona rural (en El Vallano y una parte de El Chinguí 2 —donde ella—), pequeñas productoras que se vincularon al programa de agroecología de Desarrollo Agropecuario de la Secretaría de Medio Ambiente con actividades limpias, absolutamente orgánicas, que desde ya las diferencia, pero que a futuro les podría abrir un camino competitivo que las ubicaría en lo más alto del mercado tradicional. Con las abejas, por ejemplo. Con ese pequeño tesoro que resguardan en sus predios.

No son las que vemos con frecuencia, a las que muchos les huyen por miedo a ser picados, las africanizadas. No, estas son meliponas (sin aguijón), son Tetragonisca angustula: abejas angelitas, las diminutas, aunque enormes en riqueza natural.

Cuenta Carlos Bozón, ingeniero pesquero ambiental de Desarrollo Agropecuario, que la miel de esta especie es un producto de alto valor en el mercado y de buena aceptación, una idea de negocio interesante en la que estas mujeres han mostrado interés. Y si a eso le sumamos que están seducidas, entregadas… mejor dicho…

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Según Bozón, este año se unirán otras unidades (meliponarios, como el de las 8 cajas de Noemí) y la meta es cerrar el año con 10 mujeres dedicadas a la miel de angelitas que se unan para formar un grupo, un solo canal de producción. Cada una desde su finca no logra altos volúmenes, pero juntas sí llegarán al objetivo y a su favor juega que actualmente cuentan con los estándares necesarios para evitar deficiencias.

En la formación van por la vía que es. Han contado con un duro en la materia, el apicultor y meliponicultor y con una experiencia de más de 22 años, Eivar Castillo. Constantemente visita a la señora Palacio y a las otras 2 productoras, estas siguen al pie de la letra sus indicaciones y aprovechan para pedirle que les ayude a retirar la miel recolectada. Así lo hizo una mañana donde doña Noemí y en Gente fuimos testigos, hasta la cortamos y probamos recién sacada de la propia colmena. Una delicia.

Con ella, mientras le trabaja a una cercana alta producción, doña Noemí endulza los jugos y el café de las 13 personas con las que vive en su casa, pero en realidad todos la prefieren como golosina y en cualquier momento del día. Luego de retirarla (no sin antes lavarse muy bien las manos y ponerse gel antibacterial, así como alcohol y vinagre a los elementos que usa para destapar y sacar) sus hermanos hacen fila para probarla pura y algo tibia (y no es irse al extremo, puesto que en el centro de la colmena estas abejas están a 36°c).

Asegura Eivar que quien tiene angelitas cerca, tiene salud. Estos pequeños insectos se caracterizan por sus propiedades medicinales, principalmente por combatir problemas oculares. Una gota diaria en cada ojo resulta viable para las cataratas. Y otra debajo de la lengua aporta energía y nutrientes que van directo a la sangre (dato para quienes temen por la posibilidad de subir de peso al consumir miel, debido a su alto contenido calórico: las meliponas, a diferencia de las africanizadas, solo toman néctar de las plantas, mientras que las otras sí se posan de vez en cuando sobre el azúcar y los endulzantes de los lugares que visitan, como panaderías. La miel de angelitas, de hecho, es apta para diabéticos).

Estas abejas nativas (de América Latina, desde México hasta Argentina) pueden perfectamente estar a 1 metro sobre el nivel del mar, msnm (tal es el caso de Santa Marta, donde es fácil encontrarlas) o a unos 1600 msnm (hay meliponarios en Betania, suroeste antioqueño). En alturas mayores, como la de Bogotá, por decir algo, no hay registro de las Tetragonisca angustula.

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Pequeño, solo el tamaño
Aparte de resistentes a condiciones climáticas, son unas guerreras. Con buena flora cerca y en cajones inteligentes (de varios pisos) estos insectos que no alcanzan ni el centímetro de tamaño pueden producir 1 kilo de miel en unos 2 meses. Si las circunstancias son otras, se pueden tomar el año (por su parte, las africanizadas, mucho más grandes, llegan a los 30 kilos al año por colmena). Pero el gran golpe lo dan las pequeñas: mientras que dicha cantidad de miel de las africanas se vende en Colombia a 10.000 pesos, la de las abejas angelitas cuesta 120.000 y un gotero de 10 gramos se puede comercializar en 5000 pesos.

Las meliponas no representan ninguna amenaza y es por eso que sus nidos pueden ubicarse cerca a las viviendas. Lo importante es que estén protegidos del sol y la lluvia con tejas ecológicas y que para el viento cuenten con barreras naturales como arbustos. Aquí es donde entra a jugar lo de las especies florecidas y lo recomendable es sembrar cerca a un meliponario albahaca (la tipo canela dura más de 40 años y todo el tiempo con flor), arrocillo, corona de espinas y cabello de ángel, entre otras, sobre todo aromáticas (que, a propósito, le dan un sabor especial a la miel).

En un panal de angelitas la que pone huevos es la reina y toda abeja que nace daña la celda (cada panal puede tener más de 100 de estas últimas). La reina coloca 50 huevos al día (una africanizada hasta 4000) y lo va haciendo de arriba hacia abajo del nido para que cuando esté descendiendo vayan naciendo las primeras y así sucesivamente. Ese espacio que va quedando vacío vuelve a ser reconstruido. Desde el centro de este nido y hacia arriba forman unas laminillas de cera con unos laberintos, llamadas involucro, el mismo con el que sellan las entradas de la caja para controlar la temperatura.

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Toda esa labor de reina, zánganos y obreras es la que embelesa a doña Noemí y la que desestresa a doña Orvilia Restrepo, para quien cada día —desde hace 8 meses— es un nuevo aprendizaje. En su meliponario tiene 6 colmenas de angelitas (las tiene en perfecto estado y por eso se ganó varios halagos del experto Eivar). Vive feliz su proceso y por ahora utiliza la miel en su cocina, en goteros o para aliviar su garganta, pero el sueño es formar empresa.

Cuando la visitamos nos confesó que nada se compara con el momento relajante que ella saca en el día para verlas bailar, y mientras la miraba nos afirmó que su meta la ve cercana, “pues este año nos tecnificaremos y seremos parte de un modelo de negocio”, uno de los motivos por los quiere aumentar sus unidades este año en 3 cajas.

Muy cerca a su finca, en El Salado (vereda El Vallano), está la de Marta Londoño: El establo, un lugar encantador en el que aparte de ella y su hermano viven el arte, los sabores de todo tipo de producto orgánico y el color… muchos colores por todos lados. Nos ofreció una aromática (de la casa, y con varias de ellas es que atrae, principalmente, a las angelitas) endulzada con la miel de sus 10 colmenas y nos dijo que, aunque está en correcciones de su producción, la gente ya le encarga goteros.

Por estos días avanza en el traslado de su meliponario a la entrada de la casa, en un antejardín al que está adecuando y floreciendo aún más que el actual para que reciba como debe ser a esas minúsculas aladas que tan grandes alegrías le regalan.

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*Nota publicada en la edición impresa del 12/08/2016.
Por Luisa Fernanda Angel
luisaan@gente.com.co

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